LOS PROTAGONISTAS DE La HIstoria

Ana Tutor y la captura del comando Madrid

Dibujo
photo_camera Alfonso Sobrado Palomares, acompañado por su mujer, Ana Tutor, fallecida el 21 de enero de 1998.

Dos nombramientos en los 80 para que vean  la diferencia de la condición femenina en el paisaje político y social hace poco más de treinta años con la coyuntura actual.

Por una de esas extrañas casualidades del destino, el día 24 de octubre de 1986, un viento benévolo soplo sobre nuestro recinto familiar. Por la mañana, el Consejo de Ministros nombró a mi mujer Ana Tutor, delegada del gobierno en Madrid y gobernadora civil de la provincia. Por la tarde, el Consejo de Administración de la Agencia EFE me elegía presidente. La coincidencia de los dos nombramientos el mismo día despertó una notable curiosidad periodística. Mucho más el de Ana que el mío. Hay que rebobinar la historia para comprenderlo. Lo cuento para que vean la diferencia de la condición femenina en el paisaje político y social hace poco más de treinta años con la coyuntura actual.


Ana se convirtió en la mujer de mayor rango en la Administración del Estado, y la primera que mandaba fuerzas de orden público 


Al no haber, en aquel momento, en el gabinete de Felipe González ninguna mujer, Ana se convirtió en la mujer de mayor rango en la Administración del Estado; también era la primera que mandaba fuerzas de orden público, y la primera gobernadora civil de Madrid. Un cóctel de novedades que atraían el interés informativo. La corta historia de la democracia solo contaba con una ministra Soledad Becerril, que había sido efímera ministra de Cultura en el fugaz gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo. En la remodelación de gobierno que hizo Felipe González en 1988 introdujo dos mujeres: Rosa Conde y Matilde Fernandez. La mujer empezaba a romper techos de cristal y desde entonces fueron muchos los que fueron cayendo, Ana decía que empezaba la era de la mujer y espero que así sea porque a pesar de que legalmente exista la igualdad, en la práctica le quedan bastantes obstáculos que saltar. Ser mujer sigue siendo una constante carrera de obstáculos a pesar de los avances.

La detención en madrid

Voy a dejar el asunto de Ana y la mujer a un lado para contarles algo que sucedió cuando llevábamos apenas tres meses en los cargos y que durante una semana desbordó los teletipos de la agencia EFE y fue noticia de apertura en todos los medios de comunicación. Aquella noche de mediados de enero de 1987 hacía frío en Madrid y una epidemia aguda de gripe. Por todas partes se oían los monótonos ruidos de las narices sobre los pañuelos. Serían las nueve de la noche, a los pocos minutos de entrar en casa sonó el teléfono. Era Ana para decirme en un tono críptico que no admitía réplica, ni preguntas: “Alfonso, coge mi bata, el pijama, una muda y unas zapatillas cómodas, y tu trae también algo cómodo porque vamos a pasar la noche en la Delegación. Ya te contaré.” Lo de te contaré abrió en mí una impaciente curiosidad y, por deformación profesional, pensé en una interesante exclusiva perturbadora. Junté apresuradamente lo que me pedía y fui a reunirme con Ana para conocer en que consistía el enigmático “ya te contaré”. Lo de “ya te contaré” había puesto aceleración en todos mis movimientos para ganar tiempo. 
- ¿Qué ocurre?- pregunté nada más entrar en el despacho con la bolsa de los encargos.
- Esta noche vamos a detener al comando Madrid de ETA. No puedes soltar la menor información -me advirtió-.
De un teléfono que estaba encima de la mesa salió una voz que decía: “Todo se está desarrollando según lo previsto”. Me pareció reconocer la voz del secretario de la Seguridad del Estado, Rafael Vera.
- Parece la voz de Vera -observé-.
- Sí. Es Vera.

Y pasó a explicarme que estaban conectados a través de una red de malla -creo que utilizó el término red de malla- el ministro Barrionuevo, el secretario de la Seguridad del Estado, Rafael Vera, el director general de la Policía y los policías que dirigían un operativo en que los geos ocuparían el centro de la escena. La palabra “geo” siempre le da una intensidad dramática al planteamiento de las acciones policiales. A través de esa red se iban dando mensajes, no puedo decir que cifrados porque yo los entendía todos.

A pie de calle estaba una chica policía que en un momento determinado comunicó el número exacto de la calle Gómez Ulla, el 8, adonde iban llegando los objetivos. Ya saben, la palabra objetivo es una de las más polivalentes de nuestra lengua. Yo había pasado los casi tres que llevaba en EFE dedicado a definir objetivos. Aquí los objetivos eran los etarras.

- ¿Estás segura? ¿Estás segura? -le preguntó una voz masculina-. Debía ser un comisario jefe o algo así.
Ella medio sonriendo, pero en franco tono de reproche, le recriminó:
- Si en vez de mujer fuera un chico, ¿le preguntarías si estaba seguro?

Esta noche vamos a detener al comando Madrid de ETA. No puedes soltar la menor información  -me advirtió-

Hubo sonrisas y me parece que fue Barrionuevo quien intervino con un “no os distraigáis, lo estáis haciendo muy bien”.
Estaba en marcha una operación muy arriesgada y del máximo interés estratégico contra ETA. Se trataba de detener a uno de los comandos más sanguinarios de la organización terrorista. Su hoja de servicios en la historia de la crueldad estaba empapada de sangre y de muertes ofreciendo los más variados rostros de la barbarie. Habían atacado un microbús de la guardia civil en la plaza de la Republica Argentina con el resultado de ocho guardias civiles muertos, y un paisano que pasaba por allí corrió la misma mala suerte. En la calle Príncipe de Vergara asesinaron a cinco guardia civiles que viajaban a bordo de un Land Rover.

El ataque a otro microbús de la Guardia Civil que cruzaba la plaza de la Republica Dominicana dejó 14 muertos desatando una estela de rabias impotentes. La mayoría de los cadáveres eran de muchachos jóvenes. Aparte, había asesinado a unos cinco o seis militares de alta graduación, entre ellos al comandante Sáenz de Ynestrillas.

La acción policial

Detener a estos sembradores de muerte y terror suponía un alivio, al menos momentáneo. Creo que fue a las dos de la mañana cuando la informadora comunicó que había entrado en la casa el último de los huéspedes. Tenían identificados a seis y ya estaban los seis. La policía y los responsables políticos conocían bien sus nombres. Los dos más famosos eran Ignacio de Juana Chaos y Antonio Troitiño. Comenzaba la tensión de la espera. Si se hubiera tratado de una película de suspense pondrían como música de fondo ritmos inquietantes del tipo de los del Tercer Hombre.


Preparamos la información para soltarla una vez que Vera nos autorizara. La autorizó cuando ya no quedaban cabos sueltos...


Consideraron que a las cinco y cuarto de la madrugada era el momento adecuado para entrar en el piso. Los geos tomaron posiciones. Ana y yo seguíamos los movimientos por el teléfono de malla con el corazón alborotado por las inquietudes de la tensión. En cuarenta y cinco segundos tenían controlados a los seis, en una acción tan eficaz como limpia. Comentarios de alivio por la malla, felicitaciones. Alegría. 

Me preparé para salir hacia la redacción de EFE y soltar una información que me quemaba. Por el teléfono de línea normal me llamó Rafael Vera para pedirme que retrasara la distribución de la noticia, pues la operación seguía abierta y esperaban que las declaraciones de los detenidos ofrecieran pistas para otras detenciones que podían verse afectados por una información precipitada. Lo comprendí, era de manual lo que me pedía. No iría a EFE, allí podía asaltarme la incontenible necesidad de soltarla. Quedaría a descansar en la Delegación de Gobierno. Bien pasadas las ocho entré en el edificio de EFE y me dirigí a la redacción de Nacional. El director, José Antonio Martínez Soler, acababa de llegar y se disponía a echar una ojeada a los periódicos. Le extrañó verme.

- ¿Pasa algo? –preguntó.
-Nada. No pasa nada. ¿Cómo se presenta el día?
- Tranquilo. Lo tenemos todo controlado -respondió-.

La información

Al decir que no pasaba nada me sentí como una embarazada que negara la existencia del visible embarazo. Sentí la noticia quemarme la sangre y silbarme en la cabeza. Terminé compartiéndola con mis colaboradores directos que abrieron desmesuradamente los ojos al contarle los pormenores de mi noche. Alertamos a dos redactores especializados en el comando Madrid y preparamos la información para soltarla una vez que Vera nos autorizara. Vera la autorizó a las once de la mañana cuando ya no quedaban cabos sueltos ni madrigueras ocultas. Los teletipos de todos los medios de comunicación conectados con EFE empezaron a soltar una información completísima de la detención del Comando Madrid. Fue la gran noticia del día y de varios días.
 

Te puede interesar
Más en Sociedad