Desde el Australopithecus al Homo sapiens sapiens... y más allá

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La aparición del hombre sobre la Tierra es un fenómeno, en tiempo geológico, casi de ayer, en el que se dieron una serie de circunstancias favorables, gracias a las extinciones masivas de las especies terrestres en varias eras, la última hace 251 millones de años. No descendemos ni del chimpancé ni de los bonobos, nuestros más cercanos parientes, pero compartimos un antepasado común.

Dentro del mundo de los primates, dicen los paleontólogos, el género Homo tiene categoría propia, de un tronco común que procede del África Oriental y del Sur donde nuestros antepasados fueron adquiriendo el aspecto humano que caracteriza a la especie, cuando empezaron a bajar de los árboles, pasando a ver a sus potenciales enemigos elevándose sobre las traseras patas. Otros apuntan que el primate fue irguiéndose por modificación del esfenoides que le obligaba a levantar la cabeza a la vez que se inclinaba este hueso. Los dedos, antes prensiles para agarrarse a las ramas, al liberar las manos éstas evolucionaron con una mayor oposición del pulgar lo que les permitió fabricar herramientas, utensilios; paulatinamente el cerebro se fue desarrollando e irrigándose más, agrandándose, y este Homo ergaster, que se yergue, ya se convertiría en erectus, comenzando la colonización del entorno y las migraciones con bandas en busca de territorios de caza y recolección de frutos; un erectus que de presa pasa a predador o sigue siendo las dos cosas por algún tiempo. 

Fue una migración lenta, de miles de años, pero que llegaría a todos los confines de Eurasia, Australia, masiva a partir de hace 100.000 años, y a América, hace como 20.000 años a través del estrecho entonces congelado de Bering (la Beringia de las migraciones de asiáticos), por los bajíos al descender el nivel del mar, o congelarse el estrecho, y de un pasillo abierto en Alaska, de benigno clima en esa era, que permitió la expansión por el continente americano, aunque algunas teorías apunten a que vino del mar o se desarrolló una especie de Homo allí mismo, lo que ya he desechado porque no existe registro fósil que lo avale.


Primates


Aparecen por primera vez en el Paleógeno cuando un trepador, similar al lémur de Madagascar, inicia la filogenia del mono y el hombre con todas las variedades de simios conocidas de las que las más próximas al hombre son los gorilas, orangutanes, gibones, chimpancés y bonobos. El hombre, procede de un primate, como si de una rama propia, que de ninguna de las citadas si no la del género Homo. Fue en la parte oriental de África donde se inicia la especie, juntamente con la sur. Compartimos más del 90% del genoma con los primates, con un antepasado común más próximo: los bonobos.


Bípedos



Esta adaptación del simio por haber abandonado las ramas de los árboles, cuando era exclusivamente vegetariano, para introducir una dieta más variada de la que los animales formaban parte. 

El bajar de las ramas supuso liberar los brazos, que empezaron a ser más cortos y menos musculados, comenzando allí al liberar las manos, que el pulgar se opusiese a otros dedos y por efecto prensil empezase a fabricar herramientas, desarrollándose paralelamente el cerebro con este campo inabarcable que se le ofrecía. Por otro lado, el bipedismo, afirman ahora, que no nace por bajarse de las ramas de los árboles, ya que en parajes donde aún había árboles el fenómeno casi fue paralelo. Quedaba demostrado así que el Ardopitehecus ramidus se había erguido a dos patas por modificación del esfenoides, ese hueso en la base frontal del cráneo en forma de murciélago que le obligó a ir levantando la cabeza, según apuntan los antropólogos con respecto a este ergaster y después erectus.

Cada modificación del posicionamiento del esfenoides traía una nueva evolución, según la teoría más avanzada, y que además posibilitó el habla en gran medida.


Homo hábilis


Ya el hombre empieza a obrar como tal cuando da lugar al Homo ergaster, el que se eleva por encima de la sabana que le rodea y empieza a organizarse en bandas de cazadores-recolectores. Para estas actividades del más remoto Paleolítico, el Homo habilis empieza a fabricar utensilios, lasca la piedra para darle filo, corta los alimentos cuando de vegetariano pasa a carnívoro. Aún no había hallado el fuego y la carne se comía cruda.


Homo erectus


El Homo erectus o erguido, está levantado totalmente sin que precise apoyarse en las cuatro patas. Comienza otra etapa en la evolución cuando avanza ganando territorio, agotando el espacio para migrar a otros en un avance inexorable que le llevará a expandirse por el África occidental, le sacará de África para colonizar Europa, Asia por el Sinaí o por el estrecho de Bab el Manded a Arabia, y posteriormente a Australia hace 40.000 años. La migración a América es casi de ayer, hace como 20.000 años, a través del estrecho de Bering.


El fuego


Ya desde la antigüedad se atribuía a Prometeo, en la mitología, el robo del fuego del Olimpo para traerlo a la Tierra, por lo que sería castigado, atado a una roca en el Ponto Euxino o Mar Negro, a ser devorado su hígado por un águila que incesantemente se nutría de una víscera que a medida que era comida se regeneraba. Sería liberado de su encadenamiento por el semidiós Hércules. 

El fuego marca un antes y un después en el devenir humano. Se atribuye a un rayo, que provocó un incendio. El Homo, contemplado el fenómeno, se decidiría a estudiarlo de cerca y reproducirlo. En los primeros tiempos el problema era cómo mantenerlo u obtenerlo primero, cuando hallarían que chascando varias piedras se producían chispas y frotando un palo contra una madera terminaba por producirse el fuego. Sometido el fuego al fin, empezaron a tener hogueras permanentes para darse calor y mantener a las fieras alejadas y después para cocinar las carnes que antes comían crudas. 

Es cuando con el dominio del fuego y de otras artes le coloca de presa a predador. En Koobi Fora (Kenia), existen evidencias del control del fuego por parte del Homo erectus hace 1,5 millones de años. Además, en Wonderwerk (Sudáfrica) se hallaron recientemente los que probablemente sean los restos más antiguos de una hoguera en una cueva; se trata de plantas y de huesos quemados que sugieren que hace un millón de años ya Homo erectus era capaz de cocinar los alimentos. El control del fuego por los primeros homínidos fue un punto de inflexión en su evolución cultural y permitió que proliferaran debido a la mejora en la absorción de proteínas e hidratos de carbono que proporcionaba la cocción.

La domesticación del lobo a perro constituye otro hito ya desde el Paleolítico, al menos desde hace 15.000 años colaborando el Canis lupus en las tareas de la caza por sus facultades de olfateador. Con la sedentarización, probablemente, husmearía en los basureros de las aldeas del hombre del Neolítico, y entonces sería útil en la custodia de sus ganados, la guerra. También parece probable que no pocas veces sirviese como comida en aquellas sociedades que practicaban el canibalismo, arrumbando con la teoría del buen salvaje.


Homo espiritualis


Ya los descendientes de Erectus comprenden las dificultades de su nueva vida que les sumergen en una espiral de riesgos por vulnerable a los predadores, sobre todo cuando desciende de los árboles donde ya empieza a comprender el entorno nuevo, reflexiona y el conocimiento cognitivo se manifiesta, incluso en enterramientos. De los comportamientos simbólicos y las reflexiones transcendentes en las bandas de sapiens emerge una institución clave en la supervivencia, es la representada por los chamanes, quienes establecen contacto con las fuerzas del Más Allá intercediendo por la salud y el bienestar de sus clanes. 


Éxodo


Erectus había empezado la migración, ocupando los terrenos en sucesivas etapas. Así que lo más seguro es que lo hiciese a través del Sinaí en bandas que se  van extendiendo por Europa, Asía y el consiguiente salto a Australia. Ya hay fósiles de casi un millón de años en el yacimiento de Gran Dolina y, también en Atapuerca, se ha hallado una mandíbula en la Sima del Elefante de 1.200.000 años; en China empiezan a datarse por esas fechas. Así que el gran asalto colonizador desde la cuna africana debió comenzar cuando el avance se hace inexorable a la búsqueda de terrenos nuevos no agotados por la caza o las bayas de los árboles silvestres.


Atapuerca


Lugar de referencia para los estudiosos de la paleontología es este yacimiento enclavado en la provincia de Burgos donde se han efectuado y efectúan excavaciones en la llamada Gran Dolina (localizado en una trinchera de un abandonado ferrocarril de vía estrecha) e inspecciones en la cercana Sima de los Huesos donde aparecen mezclados con los de los humanos los de varios animales que poblaban el entorno por aquella era, porque en este foso caídos, acaso por accidente, aunque también se cree que arrojados allí los cadáveres como lugar de enterramiento simbólico o depósito ritual.
Para capitalizar estos hallazgos se ha creado el Museo de la Evolución Humana en Burgos, también espacio cultural, que dirige la ourensana María Martinón, una prestigiosa especialista en paleopatología.


Homo Futurus



Si seguimos evolucionando porque ningún modelo en la naturaleza está acabado, son varias las teorías al respecto donde la cabeza se agranda, la masa cerebral también, el mentón se afila y visto de frente presenta la facies de un hombre  cuña, porque el esfenoides no ha parado de posicionarse pero esto es una hipótesis, pero más aventuradas las difundidas por ese divulgador científico que es Yuval Noah Hariri que habla del hombre cibernético. El desarrollo de la inteligencia artificial puede convertirnos en ciborg si queremos trascender de nuestro espacio solar. 
En una entrevista con Iñaki Gabilondo para el espacio Cuando no estemos aquí, se manifestaba con ese criterio basado en datos actuales hacia dónde caminamos y lo que seremos o debemos si queremos conquistar otros mundos, porque, indudablemente, el Homo fisicus jamás podrá explorar el espacio interestelar, más allá de nuestro sistema solar. 
Incluso el yo, todo el contenido de nuestro cerebro puede ser almacenado y transferido a un ser artificial,  y esto en no menos de 200 años. Nadie sabe ni tiene la llave del futuro pero los indicadores no dejan de ser inquietantes para el pensamiento ético o racional de hoy en día.

(Este reportaje ha sido posible también gracias a la colaboración de la Facultad de Historia de la Universidade de Vigo -Campus de Ourense-, Área de Prehistoria)
 

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