con los protagonistas de la historia

Balaguer, de presidente fantoche a providencial

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photo_camera Alfonso S. Palomares charla con el presidente Joaquín Balaguer en el Palacio Nacional de la República Dominicana (Santo Domingo).

La violencia era una constante. Balaguer no era violento, era solamente el ayudante del tirano y si había que torturar, ordenaba que torturaran

La cita con el presidente dominicano Joaquín Balaguer era a las cuatro de la tarde en el Palacio Presidencial. Confieso que tenía una curiosidad morbosa por verle, por comprobar si era tan misterioso como decían, si era tan frío como maquiavélico, amante solo del poder y del orden, nadie conocía pormenores de su vida, era soltero y no se le conocía mujer, aunque a su muerte empezaron a aparecer mujeres enseñando hijos suyos, pero nadie pudo confirmar que lo fueran, de hecho cuando lo comenté con algunos dominicanos me lo negaron. Las mujeres que presumían de tener hijos a los que les habían puesto de apellido Balaguer, lo hacían por orgullo vanidoso.

Acudí diez minutos antes de la hora señalada por si sus ayudantes tenían que darme alguna instrucción de cómo aproximarme al gran anciano. Era lógico, tenía 82 años, estaba ciego y medio paralítico, y yo ¡Qué osadía¡ le llevaba un Quijote del siglo XVIII muy apreciado por los bibliófilos y él lo era. Me parece que fue su jefe de gabinete el que me advirtió que el presidente me tendería la mano y yo le daría la mía buscando la suya. Que el quijote se lo entregara cuando estuviéramos sentados. Así lo hice, palpó el quijote con devoción y mi sorpresa fue cuando acertó que era una edición de siglo XVIII, también se atrevió a decir el gramaje del papel y los tipos de letra. Tenía la sabiduría en las manos. 

Con el pelo blanco, los gruesos labios y las gafas inútiles para ver parecía una estatua móvil. Llevaba toda la vida en política, superó todas las conspiraciones  y ganó sus desafíos conspiratorios. Un fenómeno. Estudió Derecho en Santo Domingo y durante un tiempo se marchó a París para doctorarse en la Sorbona. 


A la sombra de Trujillo


El flamante doctorado en París regresó a la República Dominicana para estar en el momento oportuno en el lugar justo, y el momento justo era la toma del poder absoluto por Rafael Leónidas Trujillo, cuando empezaba su larga marcha de treinta años como Benefactor de la Patria y Generalísimo con sonoros uniformes de payaso. 

A la sombra de ese poder absoluto se movió siempre Balaguer, saltaba del puesto de embajador al de subsecretario y del de subsecretario al de ministro. La violencia era una constante para mantener el poder. Balaguer no era violento, era solamente el ayudante del tirano y si había que torturar, ordenaba que torturaran. Si el orden de la tiranía exigía cadáveres, pues los había. Pero nunca perdía la calma. 

Años más tarde, cuando el novelista Mario Vargas Llosa se documentaba para escribir “La fiesta del Chivo” contactó con Balaguer y escribió: “No creo que me dijera todo lo que sabía, pero me gustó conocerle, porque psicológicamente es muy interesante.”

El generalísimo Trujillo era el machismo encarnado y el sexo para él simbolizaba el poder y la virilidad. Toda la República Dominicana era su harem como si se tratase de un soberano medieval o de un visir de Persia. Las hijas de los mandatarios estaban a su disposición, lo mismo que sus mujeres. Eran como bienes para su esparcimiento. Era el país del miedo y la corrupción. Fueron trujillistas los que empezaron a pensar que la única manera de liberar al país del sátrapa era matándole y los que le dispararon habían sido fervorosos seguidores suyos. 

El enigmático Balaguer fue nombrado presidente sustituyendo a Héctor Trujillo, hermano del dictador. Los americanos le habían hecho saber al Benefactor de la Patria que no era muy estético tener a un hermano ejerciendo de presidente fantoche, quedaba mejor otro que no fuera de la familia. El generalísimo pensó en Balaguer y le nombró, los dos eran conscientes de que era un presidente fantoche, pero según sus análisis no le quedaba otra alternativa.

 Balaguer siempre fue resbaladizo, era el bien y también el mal, era la verdad y también era la mentira. Balaguer era un hipócrita, más que hipócrita era la hipocresía. Hay un aspecto negativo en Balaguer, la colaboración sin remordimiento, la practica porque cree que de esa forma avanza la república dominicana, Balaguer consigue convencer a Trujillo que es un hombre sin ambiciones, de ahí su fulgurante carrera. Un día el dictador le dijo: "Usted no parece un ser humano porque no se emborracha, no se acuesta con mujeres, no quiere hacerse rico, no roba, no hace negocios". Lo que nos lleva a la conclusión de que no tenía celos de Balaguer, no sospechaba que pudiera traicionarle. Yo creo que era lo contrario, pienso que podía montar una conspiración contra Trujillo si creyera que era conveniente para el país y para él.

Muchos dominicanos sintieron que el país perdía el equilibrio y que los cielos iban a caer sobre la tierra cuando las balas segaron la vida del dictador. Aquel 30 de mayo de 1961 cayó muerto el dictador Trujillo, el que había disparado sobre tantos inocentes, ahora dispararon sobre él. Hubo sentimientos contradictorios, por una parte se extendió por el país una respiración liberadora; por otro un miedo a la venganza de un lado y otro.

Había dos hombres que encarnaban esas dos actitudes: Joaquín Balaguer y Juan Bosch. Balaguer es el presidente, aunque sea un presidente fantoche, Juan Bosch es un exilado que quiere volver a casa y participar en los destinos del país. Los trujillistas se movían desesperados silbando como un nido de víboras sorprendidas por el fuego. Al hijo mayor del dictador, Ramfis Trujillo le sorprendieron los acontecimientos en París y volvió precipitadamente dispuesto a matar a todos los que hubieran participado en el magnicidio. Sus sicarios mataron con una paciencia desordenada y el pueblo se cansó de tanta sangre inocente e inútil. 

Balaguer trató de mantenerse en el poder, pero era imposible ponerle razón a los tumultos de la rabia vengativa. Balaguer huyó a los Estados Unidos desmarcándose del trujillismo, y Ramfis marchó a Madrid donde reanudó su alocado oficio de play boy protegido por Franco. Juan Bosch hizo el camino contrario, se presentó en Santo Domingo como líder del Partido Revolucionario Dominicano que había fundado 21 años antes. El presidente Kennedy, con el apoyo de los moderados y los socialdemócratas de Bosch, logró montar un Consejo de Estado parar convocar elecciones. 

En el restaurante del hotel Embajador, don Juan Bosch me cuenta aquellos días apasionantes. Después le vi varias veces tanto en Madrid como en la República Dominicana. Juan Bosch, don Juan como le llaman sus seguidores, narra con una apasionada brillantez los días de campaña y triunfo electoral como presidente de la República. Pensé, fue una ensoñación, me dice, que la democracia se había asentado en el país. Hizo una constitución liberal con amplios derechos y libertades para los dominicanos. "Yo, me dice, veía como el pueblo aceptaba las reformas, pero a medida que el pueblo las aceptaba los poderes fácticos como la Iglesia y el Ejército acentuaban la oposición. La Iglesia pensaba y predicaba que estaba descristianizando el país, los militares y los terratenientes nos calificaban de comunistas. La atmósfera se hizo irrespirable y lo que se veía venir se produjo, el golpe de Estado a cargo de los militares que formaron un triunvirato. Y yo tuve que marchar de nuevo a Puerto Rico. Otra vez el exilio".

Balaguer estaba empeñado en hablarme de libros, de encuadernadores españoles como Vindel y Palao, y yo quería tocar un poco la política. Es cierto que lo que acordamos mantener era un encuentro, no una entrevista periodística, no podía publicar nada de la reunión que estábamos manteniendo. Tras la victoria de Bosch, Balaguer fundó el partido Reformista y volvió a Santo Domingo para luchar por el poder. 


El poder, su único norte


El poder era lo único que marcaba el norte de Balaguer. Para lograrlo se apoyó en la Iglesia, en los militares, en los industriales, en todos los que tenían algo que perder. Bosch, cuando pasaron las turbulencias de la guerra también volvió del exilio dispuesto a disputarle la presidencia a Balaguer en 1966. Ganó Balaguer y comenzó una larga serie de siete mandatos encadenados, donde  siempre o casi siempre, tuvo a Bosch como principal oponente. Bosch representaba a la izquierda infatigable, Balaguer los eternos valores de la derecha fundados en la ley y el orden.

- ¿El trujillismo, presidente, le fue útil en sus luchas políticas?- me atreví a preguntar

-Nunca. En absoluto. El trujillismo se disolvió con la muerte de Trujillo. Respondió a una coyuntura singular del país. Como todo en política tuvo hechos positivos en la modernización y en el avance del país. Después, ahora usted puede comprobarlo, vivimos en una democracia plena.

Al final de la cena con el presidente Bosch (los presidentes siguen teniendo el tratamiento de presidente aunque lo hayan sido por muy poco tiempo) en el hotel embajador, le pregunté: “¿Balaguer utilizó siempre métodos democráticos para mantenerse en el poder tanto tiempo?

-En absoluto. Lo de Balaguer siempre fue un híbrido, con mayor o menor intensidad mezcló la democracia con el autoritarismo militarizado. 

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