El Cairo de las especias busca el esplendor de su pasado

En un laberinto de estrechos callejones en el zoco de El Cairo, el Jan al Jalili, se encuentra el bazar de las especias, que hoy lucha por mantener su esplendor pasado con la venta de condimentos, remedios medicinales, e incluso afrodisíacos.
El Jan al Jalili huele distinto del resto de El Cairo. Cuando el visitante llega lo primero que aprecia es el aroma de las especias, imprescindibles en la cocina árabe como la cúrcuma, el cardamomo, la canela o el comino, que contrastan con el olor a combustible y humo que impera en el resto de la ciudad, tomada por los coches.

En un recoveco del mercado, apartado del ajetreo de las tiendas para turistas, se abre el bazar junto a la mezquita del sultán Al Ashraf Barsbey, quien convirtió el comercio de las especias en un monopolio del Estado para financiar la toma de Chipre en 1426.

Este rincón de El Cairo evoca el pasado de esplendor de la ciudad, que se enriqueció en la Edad Media al ser paso obligado en la ruta de las especias que iba desde la India hasta Europa.

Aquí se encuentra la tienda de Mahmud Abdelaziz, quien perpetúa el negocio familiar, fundado hace 150 años y regentado por su bisabuelo, su abuelo, su padre, y en el futuro, espera, su hijo Ahmad, que ahora tiene dos años.

'Ahora hay muchas tiendas, alrededor de un centenar, pero las ventas son muy bajas por la situación económica mundial, no hay dinero para gastar', explica Abdelaziz a Efe mientras sorbe una infusión de 'karkadé', bebida típica egipcia hecha a base de hibisco, que se puede comprar en el bazar.

Abdelaziz cuenta que en Egipto pueden encontrarse unas mil clases de especias, procedentes en su mayoría de la India, Madagascar, e incluso de Guatemala, 'donde tienen el mejor cardamomo del mundo', y del mismo país del Nilo, de donde provienen el cilantro y cómo no, el hibisco.

Sin duda, el producto estrella es la pimienta, 'tanto negra como blanca', que junto al pimentón rojo y el comino son las mercancías más vendidas, todas ellas para aderezar los platos egipcios.

'También tenemos muchas especias que funcionan como medicinas, tanto para hombres, como para mujeres y niños', sigue Abdelaziz.

'El anís para el dolor de garganta, la canela y la camomila para el dolor de estómago', enumera el comerciante, quien revela que algunas funcionan como afrodisíacos como la canela y el jengibre.

En el interior de la tienda, lejos de cualquier mirada curiosa -hay que tener en cuenta que Egipto es un país conservador-, Abdelaziz saca de un cajón una pequeña cajita roja con un águila dibujada en el centro: es viagra egipcia.

'Si aplicas esta pomada a tu marido, podréis practicar el sexo durante una hora seguida', asegura Abdelaziz sobre el ungüento, compuesto de vitamina E.

En el mismo callejón donde se ubica el comercio de Abdelaziz, se encuentra el local de Mustafa Judr, que junto a su hijo Mahmud, regenta otra tienda de especias.

El patriarca señala que la mayoría de sus clientes son egipcios, aunque también hay algún turista que se aventura por las estrechas callejuelas del bazar.

Además de condimentos, vende productos al peso como goma arábiga, añil para blanquear la ropa y henna para teñir el pelo.

Dice que el producto más caro de su tienda es el azafrán: 'El iraní puede salir por unas 3.000 libras egipcias el kilogramo (unos 362 euros, 565 dólares), mientras que el egipcio sale por unas 800 libras egipcias el kilo (96 euros, 150 dólares)', apunta Judr, siempre dando por hecho que va a haber un regateo.

A pesar de que Judr jura y perjura que se trata de azafrán 'cien por cien', Abdelaziz advierte, al igual que algunas guías turísticas, de que lo que se vende en el mercado no es azafrán, sino alazor, del mismo color, con propiedades colorantes y más barato.

Más asequibles para el bolsillo egipcio son otras especias como la alholva y la alcaravea, frecuentes en forma de infusión en los cafés de El Cairo y con propiedades reconstituyentes, y las algarrobas, empleadas para fabricar 'jarrub' (algarroba) caliente o frío, para calmar la sed.

Fuera de su tienda, el polvo que desprenden las especias molidas inunda el aire del bazar, que alcanzará su pico de mayor actividad en septiembre próximo con motivo del mes del ayuno musulmán, el Ramadán. Mientras, la vida transcurre apacible en este laberinto de tiendas, donde parece que el reloj se ha parado.

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