SEGÚN UN ESTUDIO

Depresión, ansiedad y hostilidad, secuelas de familiares de muertos de accidentes de tráfico

Es común que conflictos psicológicos internos sean expresados como signos físicos

Depresión, ansiedad y hostilidad son las secuelas que suelen sufrir con elevada frecuencia familiares y allegados de muertos en accidentes de tráfico, según un estudio de la Asociación Estatal de Víctimas de Accidentes DIA, en colaboración con la Dirección General de Tráfico y la Fundación ONCE.

Se trata del estudio "Secuelas psicosociales en familiares de fallecidos por accidentes de tráfico en España", difundido con motivo del día mundial en recuerdo a las víctimas de estos siniestros, que se celebra el tercer domingo de noviembre.

"Creemos que no se está haciendo lo suficiente para reducir la siniestralidad vial y tampoco entendemos que el Código Penal sea tan blando con aquellos que han cometido delitos de tráfico con víctimas mortales, por lo que queda mucho por hacer", declara el presidente de DIA, Francisco Canes, en un comunicado.

Según el informe, más del 50 por ciento de los encuestados ha vivido una u otra sintomatología corpórea desde que su familiar perdió la vida en accidente de tráfico y es común que conflictos psicológicos internos sean expresados como signos físicos.

De esta forma, se observa que un 53,3 por ciento tiene dolores de cabeza en mayor o menor medida, que un 56,7 por ciento afirma tener una percepción de nudo en la garganta, el 40 por ciento entumecimiento y hormigueo en alguna parte del cuerpo y el 50 por ciento ahogos o dificultad para respirar.

Destaca la presencia de conductas, pensamientos e impulsos que la persona considera indeseados, que crean una angustia interna y son difíciles de evitar o eliminar.

Un 76,7 por ciento muestra preocupación por la aparición de pensamientos, palabras e ideas que no son deseadas y que no se van de su mente, un 53,3 por ciento encuentra dificultad para recordar las cosas, un 61,3 por ciento sufre malestar ante la dificultad en tomar decisiones y un 80 por ciento tiene problemas para concentrarse.

Muchos familiares también experimentan sentimientos de timidez, hipersensibilidad a las opiniones ajenas y en general incomodidad en las relaciones entre personas y, de hecho, el 69,7 por ciento de los encuestados afirma sentirse en mayor o menor medida afectado por la sensación de que los demás no le comprenden o no le hacen caso.

La depresión es una de las grandes secuelas más presente, con sensaciones de desánimo, desesperanza e ideas autodestructivas.

El estudio indica que el 69 por ciento afirma sentirse bajo de energías y decaído y el 55 por ciento malestar por tener ideas de acabar con su vida, de los que el 16,2 por ciento indica estar preocupado bastante o extremadamente.

Un 40 por ciento confirma sentirse afectado levemente por culparse a sí mismo de todo lo que pasa, predomina también la sensación de tristeza, la preocupación y el desinterés por todo y un 53,6 por ciento afirma de mayor o menor modo que está afectado por la sensación de sentirse inútil o no valer nada.

Un 58,1 por ciento tiene miedo de repente y sin razón, uno de los síntomas de la ansiedad, junto con el nerviosismo, agitación interior y sentirse temeroso, tenso y con los nervios de punta, un 70 por ciento tiene pensamientos de que va a pasar algo malo y la mitad de los entrevistados confirma sufrir pensamientos e imágenes estremecedoras o que le dan miedo.

El estudio también demuestra la presencia de pensamientos, sentimientos y conductas propias de estados de ira, agresividad, irritabilidad, resentimiento, rabia y hostilidad, que junto con la depresión y la ansiedad son característicos del trastorno por estrés postraumático.

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