Descargar la mochila de preocupaciones para volver a ser niño otra vez

Tomás, con 13 años y un abanico de preocupaciones, llegó a la ONG Aldeas Infantiles donde le ayudaron para volver a sentirse un niño

Físicamente era un niño, aunque psicológicamente no. Con 13 años y la mochila llena de preocupaciones, entre ellas la de cuidar de sus dos hermanos pequeños, Tomás llegó a la ONG Aldeas Infantiles SOS, donde le ayudaron a recuperarse para volver a sentirse niño otra vez.

En 1998, por problemas en su familia, el joven tuvo que tomar su "primera gran decisión": le ofrecían entre ir a la Aldea SOS de Cuenca junto con sus hermanos -dos y cuatro años menores que él- o quedarse con su madre y, "de manera egoísta", decidió cambiar su vida, relata a Efe.

Allí, los tres formaron una nueva familia junto con otros dos chicos más pequeños y su educadora Rosario, en un entorno de acogimiento con otros jóvenes cuya infancia había sido complicada.

La vida diaria en estos acogimientos es la de un hogar normal, como explica a Efe Encarna Jiménez, actual directora de la Aldea de San Lorenzo de El Escorial y "madre SOS" durante 21 años: los niños van al colegio, hacen los deberes, realizan actividades extraescolares y hasta "negocian" la hora de irse a la cama o volver de noche conforme crecen, "como en cualquier casa".

Cada Aldea, formada por varios hogares, podía llegar a albergar a casi un centenar de niños, pero ahora, por distintas regulaciones, el número ha descendido: la de Madrid cuenta con 46 menores por 42 adultos.

En estas, los chicos juegan entre ellos "sin más problemas que los típicos entre hermanos o primos", mientras que fuera de las mismas se protegen mucho entre ellos y se crea un vínculo del que también se enriquecen los cuidadores.

"Lo que a mí me llena es justo lo que a ellos les va a ayudar; eso es lo que me llevo a cambio", opina Encarna, quien cree que "el altruismo no existe", pues "si no recibiera nada de ellos, no estaría aquí tantos años".

Los primeros meses en la Aldea son los más duros, cree Tomás; él no entendía demasiado bien por qué le separaban de sus padres y, aunque al principio iba con sus hermanos a verlos cada quince días, luego decidieron mejor que fueran ellos los que les visitaran cada vez que podían.

En el colegio, la mayoría de compañeros aceptaban su situación y le ayudaban; en general no sentía ese "estigma" de ser un chico de Aldeas, aunque más de una vez tuvo que "visitar al director" por peleas con algunos chicos que utilizaban este hecho para hacerle daño.

Afirma que nunca ha tenido muy claro lo que significa "ser una madre", pero sí pudo ver como tal a Rosario, esa "persona de confianza" a la que, más con el paso del tiempo, agradece todo lo que ha hecho por él.

A los 19 años se tuvo que independizar, pero no abandonó Aldeas del todo; mediante el programa de emancipados, le ayudaron en su tránsito a la vida adulta (buscar trabajo, alquiler, pago de facturas...).

E incluso hoy mantiene este vinculo y cuando está "de bajón" o tiene algún problema llama a alguno de sus cuidadores (ahora amigos), pues son los que le han criado y más le conocen.

Actualmente, Tomás tiene una vida normal; por influencia de Rosario y de su madre se aficionó a la cocina y lleva ocho años como jefe de sala en un restaurante alicantino, con el objetivo de ser director de su propia cadena de restauración.

Ha viajado y se ha buscado su propia vida, pero nunca se ha sentido solo y, aunque ha conocido muchas ONG, cree que como Aldeas Infantiles SOS, donde le ayudaron a quitar peso a su mochila de preocupaciones en vez de dejarla apartada, "no hay ninguna".

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