GASTRONOMÍA

Dulces de convento, manjares que mantienen ancestrales monasterios

Estos tradicionales pasteles elaborados a mano por monjas de clausura permiten a algunos monasterios obtener un importante sustento económico

Los dulces de convento, pequeños manjares elaborados a mano y de manera tradicional por monjas de clausura, se han convertido en los últimos años en una fuente de ingresos que ayudan a las congregaciones a mantener sus ancestrales monasterios.

Las delicias de 35 conventos de Andalucía, Lugo, Badajoz y Ávila se dan cita estos días en la décima edición de la Feria del Dulce de Convento, que ha comenzado hoy en Torremolinos (Málaga) y que reúne más de doscientas referencias, desde tradicionales pestiños hasta curiosos chocolates.

Estos tradicionales pasteles elaborados a mano por monjas de clausura permiten a algunos monasterios obtener un importante sustento económico y, según ha explicado la coordinadora de la feria, Thalia Martín, las ganancias varían en función del tamaño y la ubicación del convento.

Esta feria, organizada por el Palacio de Congresos de Torremolinos, expone más de 1.600 kilos de dulces y supone una oportunidad de promoción para los conventos que participan en ella.

El monasterio de la Santísima Trinidad de Martos (Jaén), fundado en el siglo XVI, es uno de los que expone sus dulces en esta feria, y según señala sor Sofía, la religiosa encargada del torno y de los pasteles, con ventas como ésta sostienen el día a día del convento y ayudan a su mantenimiento.

Más de cuarenta años llevan estas religiosas comercializando sus dulces elaborados a partir de recetas de las primeras monjas que habitaron el convento, que les reportan unos ingresos que muchos meses no superan los cien euros, aunque otros esta cantidad se ve muy incrementada.

"Cada año aguardamos con esperanza la llegada de la Navidad", dice la religiosa a Efe, y es que, según sus palabras, los meses previos a estas fiestas sus ventas se multiplican, pero el resto del año, debido al complicado acceso al convento venden "muy poco".

Trufas de Santa Teresa, mantecados de Santa Catalina o cocadas de Santa Isabel son algunos de los manjares que elaboran estas religiosas y que, según indica sor Sofía, han captado la atención de El Corte Inglés, que hace un par de años se fijó en ellas y desde entonces vende sus productos.

"El mejor año de ventas fue 2013, porque El Corte Inglés vendió nuestros dulces a nivel nacional", recuerda la monja, que lamenta que este año "ha comenzado bastante mal", ya que, aunque estos grandes almacenes siguen vendiendo sus productos, ya sólo lo hacen a nivel provincial.

Sor Sofía, que suele ser reticente a atender a los medios de comunicación, aclara que estas ventas son su única fuente de ingresos, "con lo que el convento se mantiene día a día" y lo que les permite pagar las rehabilitaciones que necesita el monasterio.

En este sentido, ha recordado que el año pasado se cayó una parte del tejado del monasterio y que la reforma la pagaron las propias religiosas con los ingresos que perciben de la venta de sus productos.

A la venta de dulces también se han sumado conventos más actuales como el de Santa María de la Encarnación de Coín (Málaga), fundado hace 32 años, que según indica su madre superiora, sor María Scarlett de los Ángeles, hace cuatro años decidió comercializar dulces, chocolates y panes.

Estas religiosas comenzaron casi por casualidad a elaborar sus dulces y, al ver la aceptación que tendían en el pueblo, decidieron venderlos, y cuatro años después los exponen en diversas ferias como ésta de Torremolinos y otras de Madrid y Zaragoza.

"Usamos recetas modernas, pero basadas en las tradicionales", señala la religiosa, que explica que con lo que obtienen con sus ventas sustentan el día a día del convento y además ayudan a las personas necesitadas que se acercan al monasterio.

"No les damos dinero, porque el dinero es muy malo, pero si alguna persona necesita medicamentos o comida nosotros lo pagamos", indica la religiosa.

Tradición y vanguardia se mezclan en este comercio en el que las monjas de clausura venden sus productos para poder mantener en perfecto estado sus monasterios, muchos de ellos auténticas joyas de la historia de la Iglesia Católica.

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