Numerosas personas relatan experiencias paranormales en los lugares en los que acaecieron desgarradoras muertes. Sea lo que fuere, causan apariciones que traen incluso aparentes mensajes del más allá.

El gran misterio de los fenómenos paranormales

Un camión con propileno estalló cerca del cámping de los Alfaques en 1978.
Familias sin rostro que desaparecen en la carretera del cámping de Los Alfaques, el zarandeo de una caravana por decenas de manos invisibles en el río Órbigo, los extraños fenómenos de la habitación 510 del Hotel Corona de Aragón: las grandes tragedias de España siguen vivas por los muertos. También, por el misterio de sus aparecidos.
Lo imposible a veces es probable y parece que real. Así lo atestiguan numerosas personas que relataron experiencias paranormales en los lugares en los que acaecieron desgarradoras muertes. Sea lo que fuere, producen visiones fantasmagóricas, presencias y apariciones que traen incluso aparentes mensajes del más allá.

Estas historias parecen sacadas de leyendas urbanas, pero ya fueron documentadas en atestados de la Guardia Civil y la Policía, en Madrid, en Alcalá-Meco, en Mahón... 'Hay quienes defienden que en sitios donde hubo grandes tragedias queda una impregnación, queda el dolor marcado para siempre y algunas personas con una sensibilidad especial y en determinadas circunstancias son capaces de acceder a esos ecos de la tragedia', explicó el periodista Javier Pérez Campos (Ciudad Real, 1989), quien recogió esos fenómenos en un libro recién publicado.

'Los ecos de la tragedia' (Planeta) parte de una investigación periodística sobre las supuestas apariciones del cámping de Los Alfaques, en Tarragona, para reflejar una historia con muchos testigos. En todas partes hay aparecidos. Pero el miedo al ridículo y al descrédito disuaden a muchos testigos a contar su historia.


TRAGEDIA EN LOS ALFAQUES

El 11 de julio de 1978, justo hace 35 años, un camión cargado con exceso de propileno estalló a su paso por el cámping de Los Alfaques (Tarragona). Causó 215 muertos. Fue un infierno real a 2.000ºC. Las escenas dantescas conmocionaron al mundo: familias carbonizadas en un santiamén mientras jugaban a las cartas, personas que se consumían a medida que corrían para escapar, víctimas que se cocieron en el agua creyendo que allí encontrarían resguardo.

Cuando el paso del tiempo difuminó la tragedia en la memoria nacional, parecía que sólo los familiares mantendrían vivo el recuerdo. Eso era así hasta que empezaron a aparecer testigos contando lo imposible: decenas de conductores que relataban visiones inexplicables mientras circulaban por la N-340 a la altura de Los Alfaques.

Los aparecidos del cámping fueron referidos por muchos testigos, entre ellos abogados y médicos. Pero también fueron vistos por la Guardia Civil: una pareja de agentes observaron, en pleno invierno, el paseo de una madre con su hija. Y desaparecieron.


LAS MANOS NEGRAS DEL ÓRBIGO

Unos meses antes, el 10 de abril de 1978, 45 niños gallegos y 4 adultos que volvían de excursión a Vigo encontraron la muerte ahogados en el río Órbigo cuando el autocar en el que viajaban se precipitó por un puente de la actual N-525 a su paso por Santa Cristina de la Polvorosa (Zamora).

En el verano de 1991, una familia de Vitoria aparca su roulotte debajo del mismo puente sin saber que allí ocurrió la tragedia. Tras la cena, la madre y los niños duermen en la caravana y el padre lo hace fuera en una tienda de campaña junto a otro hijo. Por la noche, la madre oye pasos ligeros fuera y cree que es un animal. Golpea la pared de chapa para ahuyentarlo.

En respuesta, las paredes de la caravana tiemblan con fuertes manotazos, dados con rabia, como si quince o veinte personas golpearan a la vez. El terror se apodera de ellos. Quieren gritar y no pueden. Los golpes duran diez minutos. Ellos no ven a nadie.

Al día siguiente, la familia queda estupefacta. Todas las paredes de la caravana tiene las marcas negras de manos pequeñas, como de niños. Incluso el techo. Cuando cuentan lo ocurrido en el pueblo, un vecino no muestra ninguna extrañeza. Dicen que decenas de campistas escuharon allí sonidos de niños jugando entre risas, sollozos y, a veces, gritos desgarradores. Otro misterio sin respuesta.

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