Los guardianes del hielo

Su vida es el hielo: trabajan a más de 3.000 metros de altura y rodeados de nieve. Desde hace 30 años vigilan las cumbres heladas de los Pirineos para controlar y registrar el hielo que van perdiendo los glaciares españoles, la frontera sur de los glaciares en Europa.

Cada año, en primavera y otoño, equipos de montañeros coordinados por expertos en geodesia ascienden a los glaciares y realizan mediciones en el terreno para estudiar la superficie y espesor que han perdido, o excepcionalmente ganado, las hoy amenazadas nieves perpetuas de los Pirineos.

Son los 'guardianes del hielo', equipos de ingenieros del programa de Estudios de Recursos Hídricos Procedentes de la Innivación (ERHIN), que siguen muy de cerca la transformación de los últimos glaciares de la Península Ibérica para registrar los efectos que está provocando el cambio climático.

Conocen cada cara de estas singulares formaciones que coronan los Pirineos y contabilizan cada milímetro de hielo que pierden desde 1984, cuando expertos montañeros hollaron las cumbres del Aneto, la Maladeta y Monte Perdido para realizar mediciones por primera vez.

La Maladeta, situado en el municipio de Benasque (Huesca) y elegido como 'emblema' de nuestros glaciares, es controlado exhaustivamente desde 1991 con métodos de georradar, balizas de seguimiento e imágenes de los satélites NOAA y Aqua-Terra.

'Se sitúa en el macizo Aneto-Maladeta, el más emblemático de los Pirineos, y gracias a su conservación, altitud y pequeña extensión es un gran indicador del cambio climático', ha explicado a EFE el corresponsal en España del organismo internacional World Glaciar Monitoring Service (WGMS), Guillermo Cobos.

Aunque el glaciar de La Maladeta ocupa sólo 25,32 hectáreas en 2013 (frente a las 25.000 del Perito Moreno, en Argentina), tiene una importancia clave para medir los efectos del cambio climático.

Para su control, los guardianes realizan dos expediciones al año. En la 'campaña de acumulación', que se lleva a cabo entre mayo y junio, cuando prevén que ya han caído los últimos copos de nieve del año, los expertos realizan sondeos para extraer testigos de nieve, pesadas columnas que se miden in situ para conocer su espesor y densidad.

Entre septiembre y noviembre el glaciar parece 'desnudo'. Es el momento del año en el que presenta su máxima pérdida de hielo y en el que se lleva a cabo la 'campaña de ablación', en la que se controlan las balizas insertadas en el hielo para analizar su movimiento, 'la principal característica que define un glaciar', ha explicado el director técnico de la empresa Ingeniería 75, Julián Conejo, que colabora con ERHIN desde sus comienzos.

Aunque el 10% de la superficie terrestre está cubierta por hielo, el 99% de los glaciares corresponden a Groenlandia y a la Antártida, las grandes masas heladas del mundo.

En los Pirineos, según datos del ERHIN, de las 3.300 hectáreas de hielo que cubrían la cordillera a comienzos del siglo XX, sólo perduran 390, de las cuales 206 corresponden a la vertiente española.

Según Cobos, en la actualidad han desaparecido ya más de la mitad de los aparatos glaciares españoles, formados durante la Pequeña Edad del Hielo entre los siglos XVI y XIX, y sólo se conservan nueve de los 25 que existían en 1982.

Los cambios del clima han provocado la extinción de 16 de estas formaciones en algo más de 30 años y la transformación de otras en glaciares rocosos y heleros, formas regresivas del glaciar en las que el hielo ya no se mueve y que suponen el paso previo a su extinción.

El cambio climático es su principal enemigo, pero el aumento de temperatura, que el ERHIN cifra en casi dos grados en los últimos 50 años en esta zona, no es la única batalla que libran estos singulares elementos.

Resulta también negativo para su supervivencia la reducción de las precipitaciones en forma de nieve, especialmente las que caen durante la primavera y el verano, que son el 'oxígeno' que salva a los glaciares de un retroceso más acusado.

La nieve forma un manto protector y reflector sobre el hielo, reduciendo los efectos negativos de la radiación solar.

Los guardianes prevén su extinción, pero no se aventuran a predecir cuándo tendrá lugar, además de tachar de 'acientíficas' las predicciones que ponen fecha a su desaparición.

La 'irregularidad de los años hidrológicos', la brevedad de la serie estudiada y la incertidumbre sobre la evolución del clima, 'hacen imposible un pronóstico científico a futuro' para el fin de los glaciares españoles, ha concluido Cobos.

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