Marina Ginesta, la memoria viva de una imagen simbólica de la resistencia

Marina Ginesta tenía 17 años, un carné de las juventudes socialistas y el sueño de una revolución cuando en verano de 1936 posó orgullosa y desafiante en la terraza del Hotel Colón de Barcelona para el fotógrafo Juan Guzmán que tomo de ella una imagen simbólica que se convirtió en un icono de la resistencia.
Vestida con un uniforme miliciano, con el cabello al viento, pertrechada con un fusil que portó por primera y última vez en toda su vida, la joven republicana sirve de primer plano a una imponente vista de la Ciudad Condal. ‘Es una buena foto, refleja el sentimiento que teníamos en aquel momento. Había llegado el socialismo, los clientes del hotel se habían marchado. Había euforia. Nos aposentamos en el Colón, comíamos bien, como si la vida burguesa nos perteneciera y hubiéramos cambiado de categoría rápidamente’, afirma Ginesta en una entrevista.

Antes del inicio de la contienda, Ginesta y otros muchos jóvenes idealistas preparaban la Olimpiada Popular como respuesta a los Juegos Olímpicos que ese mismo año organizaba la Alemania nazi.

No conocía la foto

Marina Ginesta no conocía la foto del hotel Colón, ni el simbolismo que ésta ha adquirido con el tiempo. Ginesta considera que la imagen tiene algo de artificial y prefiere otras, como la del reencuentro con su hermano Albert en el frente del Ebro, que no para de mostrar con orgullo. ‘Dicen que en la foto del Colón tengo una mirada arrebatadora. Es posible, porque convivíamos con la mística de la revolución del proletariado y las imágenes de Hollywood, de Greta Garbo y Gary Cooper’, afirma.

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