Obituario | Luz Carballo, gracias por tu sonrisa

Cuando el día 3 de abril fallecía en su casa de León, Luz Carballo, callada quedó la casa, vacía de ella y se desató el nudo de dolor en su familia contenido tanto tiempo. Sus restos sin vida fueron trasladados al pueblo de Arcos en la provincia de Ourense, donde tuvo lugar el velatorio el día 5, abierto hasta las 11,30 horas de aquella mañana. La misa de funeral se celebró después en el templo de la Veracruz en Carballiño y posteriormente su inhumación en el panteón familiar de Señorín. Un grupo de amigas y amigos íntimos y otros parientes los recibíamos a las puertas del templo prodigándoles nuestras muestras de cariño y solidaridad. Allí estaba su esposo Fernando Gobartt Amor, compañero y amigo de toda la vida; sus hijas María y Adriana Gobartt Carballo e hijo político Santiago Román Lamelas y otros parientes cercanos. Todos coincidíamos en el amor y la delicadeza que mostraban los hijos con su padre y el apoyo y la exquisitez que en todo momento tuvieron ante su profundo desconsuelo. Nunca pensé que fuera tan difícil despedir a una amiga y compañera, pero era inevitable dedicarle esas líneas en su pérdida vital. Amantísima esposa, madre ejemplar y hermana muy unida a Olga Carballo por afinidad y lazos de sangre. Porque tú, Luz, eras como de la familia, como esa hermana que no sabe uno cuando ha empezado a tener, y estás en nuestra vida como lo ha estado Fernando y ahora lo están tus hijos. Los ya lejanos días de aquel Marín de los 50, los más cercanos de Combarro o de Portonovo con Atanes y Atilano. El piso de Marisa y de Manolo Pintos o su huerta y su"jaima" en Oira. Aquel simpático día de Carnaval en casa de Julio Anta o en el hermoso pazo de Manuel Randulfe en Malvedo. Y como no, en todos aquellos viajes, testimonios y placeres de sobremesa en los anuales aniversarios del Cardenal Cisneros, nuestro colegio común. todo eso ha sido compartido en el tiempo y en el espacio contigo. Déjanos, pues, que te digamos nuestras gracias por habernos dejado el sino de tu voz, tu manera de abrazar, tu sonrisa permanente, tu conducta ética y tu humildad. Gracias por habernos dejado tu alegría y lo buena gente que eras. Que el Señor de la Vida te reciba con el mismo amor que ella dio a los demás.