Objetos a los que acompaño | Cuchillo de acero al carbono

Cuchillo Pallarés Solsona.
photo_camera Cuchillo Pallarés Solsona.

La mano que empuña una herramienta se transforma en herramienta. Esto ya lo intuían los antropoides que nos antecedieron al romper guijarros. Es agradable perseguir este pensamiento y dejar que te habite lo que empuñas, ya sea un lápiz, un pincel o un paraguas. Así invocamos un poquito de presente, en este tiempo de empuñadores de pantallas, mientras se nos derrama la existencia entre los dedos.

Con el cuchillo se comprende bien que han sido muchas las manos anteriores que lo han manejado. Vienen a traerte una destreza antigua, inconsciente, casi mágica. Y, aunque los cuchillos y navajas son una tentación para coleccionar y poseer, en realidad sólo necesitamos uno. Una herramienta que da firmeza y poder para desgarrar un animal, para asesinar a un semejante, para saber que, con él al final del brazo, somos capaces de rebanar cualquier preocupación y regresar a un lugar seguro. Un cuchillo bien afilado dirige la atención con la precisión del cirujano y fragmenta los instantes en instantes más pequeños, como si en cada corte se ordenasen los miedos. En cada incisión, el final de toda duda.

Durante muchos años sólo tuve un cuchillo. Este cuchillo. Es un Pallarès Solsona. Se fabrican desde hace más de un siglo en un pueblecito catalán. Y a mano, que es como los objetos transmiten humanidad: en cada detalle, la pericia del otro. Es un chuchillo de forma esencial: un mango clavado a una hoja de metal. Está hecho en madera de boj y acero al carbono, una aleación viva, sensible a la humedad, que gana color con los años y envejece como su dueño. Debe afilarse de vez en cuando para que recuerde su autoridad y conviene secarlo bien para que no se ennegrezca. Con las verduras, permite entrar en la cocina con los ancestros, dedicarle un tiempo ceremonial a los alimentos y ofrecer cada tajo a ese misterio que nos antecede y que intuimos al despertarnos. Con la hogaza sobre el pecho, el Pallarès hace de cortar el pan un asunto místico. Empuñándolo, te da el arrojo que has ido dejando por los meandros de la vida. En tu mano, todas las manos. Lo delicado y lo terrible.

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