Feira do sete

Ovidio Fernández Ojea

Ovidio Fernández Ojea
photo_camera Ovidio Fernández Ojea

Debido a su robustez y resistencia, el caballo percherón es una raza equina empleada habitualmente para el tiro, Se cree que el caballo árabe jugó un papel importante en el desarrollo del percherón. En las cruzadas, la casta de percherón fue reconocida ampliamente como excelente por su fuerza y entereza. Se atribuye a Rotrou III, conde de Perche, el haber introducido esta raza en su territorio tras haberla conocido participando en la Reconquista. El caballo percherón destaca por tener sus patas cortas pero muy fuertes y estar dotadas de unos cascos muy duros. Son resistentes a la mayoría de las condiciones climáticas y si se les traslada a otros climas se adaptan con facilidad y rapidez. Ovidio Fernández Ojea, nacido en Drados (Chandrexa de Queixa),es como el percherón de carácter fuerte y tenaz. Siendo menor de edad todavía, decidió hacer la maleta, despedirse de su familia y emigrar rumbo a Sudamérica. Pero cuando después de casi un mes de viaje en barco llegó a Brasil le robaron absolutamente todo. Ahí empezó a verse su capacidad de ingenio y emprendimiento y con muchos sacrificios consiguió salir adelante hasta llegar a Argentina donde ya montó su primera pizzería argentina.

Después de 3 años en Brasil y 10 más en Argentina regresó a España y el 5 de enero de 1974 abre Parrillada Martin Fierro, un restaurante que en su momento sentó cátedra por sus afamadas carnes a la brasa y todos los complementos en aquellos tiempo muy novedosos de la auténtica parrillada Argentina, en una acogedora y cálida decoración, llena de cuadros con frases de su escritor favorito Martin Fierro, Ovidio Fernández con José (traído de Argentina), Manolo Iglesias ( el gran Capitán) José Luis(su hermano), Ñito, Duran y Carmiña Álvarez su esposa, consiguió en pocos meses lograr un impacto de autenticidad culinaria que pronto trascendió fuera de nuestra ciudad, logrando durante años fama de mucha calidad. Aun se recuerdan con nostalgia los chinchulines, el bife de chorizo, la tira de falda, el besugo a la parrilla y aquellas ensaladas aliñadas con aceites de gran calidad y en mesas decoradas con las flores silvestres que Carmiña decoraba con excepcional delicadeza. 

Pero como el percherón, Ovidio Fernández Ojea, amigo desde siempre, además de algo tozudo y terco, es culo de mal asiento y nunca paró en su frenética actividad de emprender, de hacer cosas, la ruta de la plata, la casa rural de Drados, la federación de hostelería y la cámara de comercio fueron durante mucho tiempo su razón de vivir y de trabajar por unos ideales a los que nunca renunció, con el paso de los años, las costumbres y hábitos de las nuevas generaciones han tergiversado los gustos culinarios y su valoración de la calidad, hoy la hostelería sufre un cambio en lo que casi todo se entremezcla y confunde, haciendo muy difícil mantener parámetros de nivel a precios bajos.

Por esto, aquella acogedora parrillada solo existe en el recuerdo de unos añorantes años, en los que todo era más abundante e ilusionante, pero nos quedó la imagen de aquel fogón, el olor a carnes magistrales, las mesas y sillas de madera y la imagen de Ovidio y su equipo de Gauchos con su pañuelo anudado al cuello, y aquel ambiente porteño que tantos éxitos cosechó en nuestra ciudad. Ovidio Fernández Ojea me trae a la memoria a Héctor Alterio en la película La Patagonia Rebelde, donde unos obreros de la Patagonia Argentina, agrupados en sociedades anarquistas y socialistas, deciden hacer una huelga exigiendo mejoras laborales. Entre los trabajadores, hay numerosos emigrantes gallegos que influyen ideológicamente en sus compañeros. La situación se hace insostenible y el gobierno de Yrigoyen manda, desde Buenos Aires al teniente coronel Zavala para restablecer el orden. Hoy Ovidio disfruta de un bien ganado retiro con su Carmiña, sus hijos Esteban y Monse, sus nietos Rebeca, Nerea y Hugo y desde su atalaya de Drados, saborea un buen asado mientras escucha su Buenos Aires querido, soñando con la frase de Martin Fierro: “No hay tiempo que no se acabe ni tiento que no se corte”.

Te puede interesar