La reclasificación del cannabis por la ONU

Plantación de cannabis en Canadá.
photo_camera Plantación de cannabis en Canadá.
La ONU ha reconocido las propiedades terapéuticas del cannabis al retirarlo de la lista IV de la Convención sobre drogas

La ONU ha reconocido las propiedades terapéuticas del cannabis al retirarlo de la lista IV de la Convención sobre drogas de 1961, un espacio reservado para las sustancias más perjudiciales y a las que se otorga escaso valor médico reconocido como, por ejemplo la heroína, para pasarla a lista I, reconociendo así sus potenciales propiedades medicinales. En la práctica, en España y en medio mundo no cambia nada a corto plazo y el consumo “recreativo” seguirá prohibido porque esta planta se mantiene en el listado de drogas con alto potencial adictivo. Pese a haber caído de la lista IV, el cannabis sigue estando en el apartado I de la Convención de 1961, el listado donde están los estupefacientes que requieren alto control por su potencial adictivo, pero accesibles para actividades médicas como, por ejemplo, la morfina.

La decisión de la ONU responde a las recomendaciones realizadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2019 para eliminar al cannabis de la lista IV al no ser “particularmente dañino” y sobre todo por dos motivos que consideramos importantes destacar. El primero es que varios países de la propia ONU estaban incumpliendo la normativa dictada por ellos mismos al haber legalizado el consumo de cannabis en países como Canadá, Uruguay, varios estados de EE.UU. y Holanda entre otros, además de que 20 países habían regulado el cannabis pese a la posición de la ONU. El segundo motivo y quizás el más importante es que según informaba en 2018 el Business Insider (medio digital estadounidense de noticias financieras y empresariales) para el año 2020, la industria y empresas que venden y distribuyen cannabis por vía legal darían trabajo a 340.000 personas en EE. UU. Se espera que el mercado legal de marihuana en EE.UU. llegue a facturar unos 47.000 millones de dólares al año durante la próxima década y en todo el mundo un suculento negocio global que prevé mover en 2025 unos 50.000 millones de euros en todo el mundo de ellos unos 5.000 millones en España. No debemos olvidar que “el cuerno de la abundancia” que está creando la industria del cannabis ha pasado de la ilegalidad y “el fumeta” con la imagen de Bob Marley de fondo al fumador por “patología crónica grave” socialmente normalizado con el objetivo de facilitar el cambio de percepción social de esta droga y así favorecer su regulación; toda una estrategia de Rebranding, digna de estudio en las facultades de economía, que ha capitalizado en bolsa a muchas empresas del sector superando con creces a muchos valores del Ibex 35. Otra droga más que cotiza en bolsa y añadir al tabaco y alcohol, las cuales a pesar de ser las drogas legales/fiscalizadas en casi todo el mundo, son las que más muerte y daño causan a nivel personal, familiar y social; y sin embargo, disponen de una elevadísima tolerancia política, económica y social. 

La inclusión del cannabis en la lista IV ha dificultado el desarrollo de la investigación médica en varios países ya que su ubicación en esta lista actuaba como freno debido a las restricciones y la inseguridad jurídica por los diferentes criterios aplicados en cada país al ser considerada una sustancia peligrosa y, por lo tanto, los estados deberían realizar controles más estrictos en seguridad, transporte y manejo de la sustancia. Por ello, la fiscalización y los trámites administrativos eran muy engorrosos para el personal investigador; sin embargo, en España no ha acontecido esta situación, más bien toda la contraria.  Este cambio facilitará la investigación con el cannabis y sus cannabinoides en muchos países, que cuenta con principios activos que han mostrado resultados terapéuticos en el tratamiento ante algunos síntomas de la esclerosis, la epilepsia infantil, el dolor crónico, el aumento del apetito en personas con SIDA y las náuseas producidas por la quimioterapia.

En conclusión, la decisión de la ONU es correcta, pero esperemos que no se malinterprete el sentido de esta nueva directriz y no sea recibida por la población general y por los propios consumidores de cannabis como que es una sustancia “inocua o terapéutica” porque no es verdad. La industria siempre intenta relacionar “legalización con inocuidad”. La ONU viene a respaldar la investigación y que muchos países puedan usar los cannabinoides con fines terapéuticos, pero esto no significa que “no pase nada por fumarse un porro”. La ONU sigue considerando el cannabis como una sustancia que requiere un control estricto porque no ha dejado de ser adictiva y afecta al desarrollo cognitivo, memoria, trastornos psicóticos, puede crear dependencia y problemas respiratorios, entre otras dolencias. Es decir, el consumo no médico del cannabis “puede dar lugar a impactos sociales y de salud negativos, especialmente entre los jóvenes”.

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