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Tetera silbadora de peltre

Tetera silbadora de peltre
photo_camera Tetera silbadora de peltre

Dicen los chinos que el té se ha inventado para las compañías tranquilas. Hay algo en él que nos lleva a ser espectadores de la vida desde una calma inesperada. Una calma que, aunque nos cueste creerlo, también está en nosotros y brota como el agua de manantial que hiervo en mi tetera silbadora. 

El nombre de tetera silbadora suena un poco fantasioso, pero no lo es tanto si uno se para a pensar en la sencillez prodigiosa de este invento. Está hecha para guardar y templar hervores en peltre, o sea, acero esmaltado. Tiene la base redonda y es un poco panzuda, como un Buda rollizo de esos que venden como souvenir en los colmados chinos de cualquier sitio (todo el planeta es un idéntico ultramarinos). El asa está bien arriba para no quemarse la mano al manejarla. Y cuando el agua está lista, silba para avisarnos que ya se puede infusionar alguna de las hierbas que el humano ha aprendido a tomar de la tierra porque hacen mejor su vida antes de volver a ella (y, quién sabe, también convertirse en esas mismas hierbas). Yo la escucho silbar desde el jardín, si acaso estoy en el jardín. Su gemido se mezcla con el canto de la lechuza que vive ahí afuera y me visita cada noche, pasa por encima del aire que mueve el piano cuando toco el piano y sobrevuela las voces de los que vienen a verme.

Conocí la marca de esta tetera viajando por ahí fuera (conviene irse fuera, pero no para irse, sino para volver). Me la regalé al terminar de escribir un libro que aún no he publicado y he hervido en ella el agua de cientos de tés con cientos de compañías distintas. Su lugarcito es siempre junto a la cocina de leña. La pongo al fuego cuando recibo una visita, frecuente o inesperada, y repito como un mantra eso que dicen los ingleses en señal de hospitalidad: “I’ll put the kettle on”. Si soy previsor, hiervo agua de mi naciente favorito, para que todo sea más puro, la infusión y los pensamientos. Cuando me convierta en viento, espero que esta tetera siga hirviendo agua limpia para encuentros limpios. Y que su silbido también haga olvidar a quien lo escuche el ruido del mundo.              

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