En algunas ocasiones, los hobbies infantiles terminan convirtiéndose en el modo de vida de adulto, algo que le sucedió a Manuel Villar, propietario de una juguetería en Santiago y de una enorme colección de Scalextric

La vida rodeado de Scalextric

Manuel Villar posa con cuatro de sus piezas más valiosas. (Foto: LAVANDEIRA JR.)
Manuel Villar, propietario de una juguetería, pertenece a la quinta que creció sin Nintendo, PlayStation y Wii. Este gallego se enganchó a otro juego que quizás los niños de ahora no valoran, el Scalextric, una afición en la que se inició con 9 años y siguió hasta recopilar, con 58 cumplidos, más de 550 automóviles.
Cuando era un niño le regalaron uno y descubrió su pasión por los coches en miniatura: 'Cuando me daban un dinerito por mi cumpleaños o por Reyes lo iba ahorrando para comprar un coche nuevo', recuerda.

Su colección fue creciendo tanto que hoy en día ostenta una de las mayores de Galicia: posee más de 550 automóviles, con algunos emblemáticos como el Toyota de Carlos Sainz y otros irrepetibles que salieron al mercado rotulados pero rápidamente fueron retirados.

De su infancia rememora 'aquellas carreras que hacíamos echando en la pista cola-cao para que pareciese barro o crema de afeitar y con la idea de simular que estábamos compitiendo en la nieve'. Las primeras unidades de Scalextric son tan escasas que ni la crisis económica ha conseguido que los coleccionistas las vendan: 'Se pueden encontrar coches de los últimos, pero el que tiene un clásico no lo vende, ese es como un tesoro que te guardas para ti', revela Villar, quien ve enormes diferencias entre los gustos de los niños de antes y los actuales.

Manolo, como lo conocen sus amigos, regenta en la capital de Galicia un bazar de juguetes que heredó de sus padres, quienes a su vez habían relevado en el negocio a sus abuelos y éstos a sus bisabuelos.

Su hijo no ha heredado el gusto por el Scalextric, pero si le garantiza el futuro del negocio: 'Estudió una carrera universitaria pero ha querido venir a trabajar aquí', cuenta su padre.

Durante la Navidad el ritmo de trabajo en las jugueterías es frenético. Ni la crisis cambia las costumbres, aunque, como reconoce Villar, las ventas han bajado. 'Los juguetes no son sólo para Navidad, pero esa costumbre es difícil de cambiar', apunta.

Villar no cree que los juegos tradicionales, como el parchís, el ajedrez o el monopoly vayan a desaparecer en el futuro, aunque sí destaca el poder de captación que tiene la televisión.

Sin embargo, 'ahora como hay programas de cocina en la televisión ya se ve de otro modo. Un ejemplo lo vivimos con el programa Master Chef Junior. Su éxito televisivo provocó que muchos padres viniesen preguntando por juegos que hiciesen helados, dulces, gominolas', revela Manolo, quien adorna las estanterías de su negocio con sus cientos de coches de Scalextric, aquellos con los que jugó de pequeño y todavía se sigue divirtiendo con 58 años.

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