El vino releva a la sangre en el desembarco de los vikingos

Altos, rubios y fuertes, así es la imagen de los vikingos de antaño, aunque en el desembarco de Catoira, no solo hay invasores blondos, también morenos y pelirrojos portan cascos con cuernos en la recreación de una batalla entre lugareños y bárbaros donde el vino releva a la sangre. 'Muerte a los cristianos', grita un asaltante, con un atuendo fiel a la versión novelesca, porque el yelmo cónico y liso 'impone menos'.
Decenas de guerreros, los que participan desde el mar en esta vuelta atrás en la historia, penetran con embarcaciones propias de otra época en la desembocadura del Ulla. Gritos salvajes, '¡Úr-su-lá!, ¡Úr-su-lá!', y unos remeros más mañosos que otros.

Descienden a la tierra, donde los esperan centenares, armados con martillos de madera, espadas, cuchillos, hachas y escudos.Así empieza la lucha. Se enzarzan, sudorosos y sin que en ningún momento lleguen a hacerse daño, entre el fango y el agua sucia. Ellos, rudos y aguerridos. Ellas, fieras y casi todfas con trenzas. Manolo Rey, vecino de Teo, acompañado de su hijo Borja, cuenta que el dios Baco lo ha dominado. Al menos, dice con una sonrisa, 'momentáneamente'. '¡Ehhhh que ese cuerno está vacío. Llenadlo de tinto!'.

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