El covid-19 acelera el ocaso de la matanza domiciliaria

El puente de la Inmaculada volvió a ser la fecha elegida por el barquense Leopoldo Vázquez para la matanza domiciliaria, una tradición que pierde fieles con el paso del tiempo. Cada vez son menos los que, como él, se siguen animando a sacrificar un cerdo para llenar la despensa con su carne y embutidos. Además, este año fue agitada bruscamente por la pandemia del covid-19. El miedo al contagio y el protocolo sanitario, que impide estas reuniones festivas, llevó a un buen número de familias a suspender una fiesta que durante muchas décadas viene citando a sus miembros. En Petín, Guzmán Díaz vende cerdos desde Cárnicas Murias y lleva años entregando animales a las familias que mantienen viva la matanza. Su larga experiencia le permitió estimar en aproximadamente un 30% el descenso de ventas respecto a la campaña de 2019. "A xente respecta as normas, mais ten medo, tamén porque hai que gardar as distancias polo covid-19", comentó. El protocolo que redactó el Servizo Galego de Saúde aparece recogido en las ocho páginas del texto denominado "Prevención da infección polo virus sars-cov-2 nas matanzas domiciliarias". Contiene varias indicaciones: mantener la distancia de 1,5 metros entre los asistentes, limitar la agrupación de personas, emplear mascarilla quirúrgica o higiénica que los fumadores solo podrán retirar cuando fuman, además de otras medidas de higiene de manos y respiratoria. Completan el documento recomendaciones organizativas, de limpieza y desinfección de los lugares donde se realiza la matanza y consejos ante un "caso sospeitoso" de un participante con fiebre, tos o sensación de falta de aire. Si se da esta circunstancia, deberá ser aislado de personas y animales, en un espacio ventilado, para después llamar al centro de saúde, al 900400116, o bien con el 061 si los síntomas indican que podría ser grave. Después, los lugares donde estuvo deberán ser ventilados, limpiados y desinfectados. Matanza en la casa de Leopoldo Vázquez Guzmán Díaz insistió en que la pandemia influye en la caída del número de matanzas domiciliarias, una tradición que el rural acabará perdiendo. "As matanzas nas casas tenden a desaparecer nuns poucos anos. A xente maior é a que fai a matanza, os novos non queren. Fai vinte anos vivíase coas vendas dos marraos, hoxe tes que ter carne e embutidos. Hai que reinventarse", explicó. Comarcas como Valdeorras, con una edad media de 49,64 años y un índice de envejecimiento (número de personas de 65 años o más por cada 100 menores de 20 años) es de 211,34, según el Instituto Galego de Estadística, están condenadas a ver desaparecer la matanza. "Cada vez hai menos. Tende a perderse. A xente maior vai desaparecendo", confirmó Manuel Fernández, de la barquense Clínica Veterinaria Arume. En todo caso, las familias que eligieron este puente para "matar" tienen las condiciones meteorológicas idóneas. "O tempo está ben. Non hai demasiada humidade e fai frío. Non vai perxudicar á carne", comentó este veterinario de O Barco. Eso sí, en las casas deberán estar muy atentos al tiempo de los próximos días. "Outra cousa é que cova todo o tempo", indicó Manuel Fernández, refiriéndose a la lluvia que suele seguir a la nieve. LEOPOLDO VÁZQUEZ "É unha tradición que seguín desde que era pequeno e hai que respectala" Leopoldo Vázquez recuerda que en su casa siempre hubo matanzas. "É unha tradición que seguín desde que era pequeno", comentó. De sus palabras se desprende el interés por un encuentro familiar que se niega a perder. "Temos que respectar as tradicións", insistió, en una invitación a continuar con una práctica que ayer desarrolló a pesar de los difíciles tiempos actuales. En Veigamuiños el número de participantes en la matanza fue mínimo y, como marca la sensatez, no se celebrará la habitual comida familiar. "Este ano é máis delicado polo covid-19", apuntó. Superados protocolos y alejados los miedos, esta "tradición" tiene sus ventajas: "Sabes o que comes, preparas o adobo ao teu gusto", comentó Leopoldo Vázquez.n