RUTAS DEL VAL Y MONTAÑA

500 metros de duro desnivel entre rocas

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photo_camera Cima de Peñaubiña , al fondo con su vértice goedésico.

Peña Ubiña. Ese mito montañero y también histórico cuando galaicos, astures y cántabros plantaron cara a las mismas legiones del emperador Augusto en la famosa y, tal vez, hipotética batalla de Monte Medulio, un emplazamiento del que no hay evidencias históricas de que fuese ahí

Peña Ubiña, Pinubiña o Peñaubiña es algo recurrente para los norteños montañeros peninsulares, ya sea en verano o en el más crudo invierno. La montaña ya se ha cobrado algunas víctimas, a pesar de su relativa facilidad de arribar a la cima, porque casi todas lo hacen, como si me dicen que la ruta del Cares es peligrosa, que no lo sería si no hubiese descuidos. De las cuatro ascensiones, varias experiencias y una de las más notorias cuando subiendo en placentero día, como prácticamente todas, el descenso, por largo y tendido, me produjo algunas molestias; la vez siguiente, provisto de un solo bastón, ya cierto alivio, y la tercera, con dos bastones, completamente aliviado de cualquier molestia en las rodillas. La experiencia era obvia y de esto saben un poco Fernando Montenegro con Julio Mosquera, dos compañeros laborales y sin embargo amigos, diríase, y con el mismo Julio en otra ocasión, ya bautizado en el circuito himaláyico de los Annapurnas y casi besando la cumbre del Aconcagua, que atisbó cuando tuvo que ser evacuado por el mal de altura. Unos amigos con los que debí compartir esos Andes o Himalayas, cuando mi localismo siempre me redujo al peninsular entorno, aferrado como estoy a eso de que no llega una vida para conocer una provincia.


Torrebarrio-Peña Ubiña


Para atacar Ubiña, dentro del parque natural La Mesa y Ubiñas, nos situaremos en Torrebarrio, del lado leonés haciendo noche por San Emiliano o alrededores. Otra de las clásicas subidas se hace desde el lado astur, en Tuiza de Arriba.

Saldremos en dirección norte pasando al lado de la iglesia donde algunas veces aparcamos en su cima. Pista térrea que por más de dos kilómetros de caminar nos deja a derecha, y ella continúa hasta el Puerto de la Ventana, por sendero perfectamente señalado, ya en postes, ya en piedra con las típicas señales blancas y amarillas, haciendo ladera por las estribaciones de la Ubiña, pasando herbazales, praderías y un sendero entre los restos glaciares de pedreras o canchales de la última glaciación en estas cumbres.

Es una marcha que aunque breve en distancia, nos supondrá salvar un desnivel de más de 1.000 metros de puro placer montañero, atisbando al frente ese collado llamado El Ronzón, divisorio entre Asturias y León, en el que hallaremos una posteada alambrada para impedir que el vacuno traspase de una a otra parte y una baja muralla, que parece como si divisoria de las dos comunidades. Dejamos la peña Corre cuando a izquierda el Ubiña y dejado atrás la alargada montaña caliza de Los Fontanes. Una placentera aunque exigente marcha que incrementará su dureza desde este mismo Ronzón, entre la Ubiña Pequeña (de más difícil acceso) y la Grande. Debe uno detenerse para tomar aliento para escalar, o mejor, trepar por ese peñascal por su arista sur entre piedras sueltas y verdaderos escalones que exigen ayudarse no pocas veces de las manos y no recomendables para caminantes que padezcan vértigo porque en algunos pasos caminamos entre dos abismos que para los pacientes se antojarán eso y para montañeros sin padecimientos muy llevadero. Y digo esto porque en una de mis subidas, alguno se quedaría a media trepada.

Superadas esas dificultades que suponen trepar por entre rocas casi bloques desmenuzados, los últimos metros son como llano y la recompensa, unas vistas excepcionales desde el mismo vértice geodésico donde nunca tuvimos la tentación de dejar algún mensaje en el peto de hierro, que tiene una inscripción con la altitud: 2.417 m. Si nos libramos de la niebla que sube continuamente por aquellas montañas, la panorámica es espléndida: se atisba el mar, los Picos de Europa, incluso el Naranjo o Urriellu, los más alejados picos de la Cantábrica Cordillera, el Espigüete y el Curavacas, y en amplísimo radio de acción ,el embalse de Barrios de Luna, el Teleno, los Aquilianos, las Trevincas, los picos de Somiedo, las peñas de la Mesa... amén de la prolongación de la Ubiña en esa espina dorsal de Los Fontanes, que rematarían en el Puerto de la Ventana.


Un retorno precavido


En una de las veces de estancia en la cima, siempre escalonada en el tiempo de permanencia, pues si hay gran concurrencia de montañeros conviene estar poco tiempo por el escaso espacio de la cima.

El retorno debe hacerse con precaución por las piedras sueltas que pueden causar algún disgusto; pero por lo demás asequible la cima a una persona medianamente preparada, pero que exige atención permanente hasta hallarnos en las praderías del Ronzón. Nosotros casi siempre fuimos en torno a la Ubiña Pequeña donde una vez intentamos la subida, que vimos un tanto difícil y expuesta, por lo que Julio, Fernando y el que escribe más se solazaron en torno a ella que intentando la trepada. Estábamos como zorro mirando a las uvas de una parra que no podía alcanzar, contentándose con un: están verdes. Así que casi paralelos a la subida empredimos la bajada otras veces por praderías escalonadas, para no volver por donde idos, sin dificultades y sin pérdidas porque Torrebarrio a la vista. Nos llegamos a la aldea de Vilagusán, al sur de Torrebarrio, y desde allí por camino a lugar de coches.

Una vez con Julio Mosquera y Fernando Montenegro, otra con solo Julio, una tercera con Peribáñez y una cuarta con mi hermano Paco serían mis subidas a Peña Ubiña, de imborrable recuerdos todas ellas. Nunca gusté de ir allí de más acompañamiento que tres o cuatro.

Hay que visitar al menos una vez en la vida la Peña Ubiña, como el Teixido en la Ártabra costa.

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