rutas de val y montaña

Desde las colinas de Martín Moro

Subida al Catoute por la arista sur entre los sinuosos pedregales, restos de la última glaciación
photo_camera Subida al Catoute por la arista sur entre los sinuosos pedregales, restos de la última glaciación

La llanura ponferradina rodeada de montañas como Ancares, Aquilianos, Gistredo o El Teleno tiene su techo en el pico Catoute, 2.117 metros de altitud, como otras alturas de no menos relumbre: Morredero, Tesón, Aquiana, Miravalles, Cuiña. El Catoute se puede acometer desde dos puntos emblemáticos: los opuestos pueblos, Salentinos o Las Colinas del Campo de Martín Moro Toledano, acaso el nombre más largo de España, con la característica, además de pueblo de mucho tipismo, restaurado, cuidado y hermoso, a la vera del río Boeza. 

El Catoute me lo referenciaron en una primera subida al Ubiña, cuando de charla con un montañero me diría que no podía dejar de visitar yo este emblemático pico de los montes bercianos. Fui con un amigo este fin de semana, día de tanta solaina como calurosa, y no quedaría defraudado en absoluto pero sí con ganas de acometerlo para otra ocasión, por variar, desde Salentinos, en lugar de Colinas. La verdad es que la altura impresiona, como si te vieses encerrado en el fondo de un valle y el pico amenazador desde una imponente altura que hace que te preguntes cómo diablos vas a llegar allá arriba, pero el trabajo de siglos de los habitantes siempre han trazado accesos para pastores en su constante trashumar, o para gentes el comunicarse entre uno u otro valle, lo que hace visible el montaraz sendero.


Desde Colinas del Campo


Aparcando 200 metros antes, atravesamos la aldea bajo el arco de la parroquial, pasamos el río Boeza y por la frondosidad llana de 1 kilómetro seguiríamos bajo la umbría de fresnos, sauces y alisos hasta el kilómetro 3 de esta pista, tapizada de desmenuzadas y caliza piedras, que en la bajada penalizan lo suyo, hasta un cruce donde el camino revertido en dos senderos de los el de la derecha a los lagunallos de La Robeza y el de la izquierda al Catoute. Ahora se acentúan las pedreras salpicadas, tapizando el ya sendero entre rosales silvestres, retamas; las gencianas no son ajenas y el primer canchal ha de caminarse como antesala del paso de un arroyo del que se podría libar, cuando metros más adelante dos madrugadores montañeros de retorno, y poco después, un corredor de montaña entrenando nos adelanta, y más adelante una agilísima víbora de Seoane, la más venenosa, aún más que la latastei u hocicuda, desaparece sin tiempo a inmovilizarla con los bastones; la sorpresa aumentaría cuando otra casi no vista, de rapidísimo deslizamiento entre de unas gencianas ya en floración al abrigo de este valle, a 1.500 metros en altitud. Llegamos a la fuente de Los Galayos. Se muestra en amplitud el circo glaciar del Catoute-Cernella y aquel asomando y pareciendo inexpugnable cuando en pradería y un poco adelante decidimos tirar a izquierda alargando el trayecto en lugar de a derecha, que casi extraplomado te dejaría a los pies de la arista sur del mismo Catoute. Por la falda discurre este sendero por donde tomamos, ondulante, reabierto recientemente por la desbrozadora, en vísperas de la carrera vertical del Catoute que parte desde las mismas colinas y suele hacerse en poco más de 45 minutos, cuando más de dos horas han de emplearse en subir caminando.


Hacemos cumbre por el pedregal


Deambulando por el muy practicable sendero arribaríamos a una campa al sur del crestón, cuando en línea viéndose a lo lejos el pico que entre el sendero del brezal alcanzaríamos trepando por sus serpenteantes trazados entre las finísimas pedreras glaciares de la base y aun en la cima de este mítico Pico Catoute, que de espléndidas vistas goza, incluso de las Ubiñas. Pensábamos darnos al llantar, pero otros tres montañeros que nos precedieron desde Salentinos, decidieron  marcharse porque la cosa no estaba para sacar alimentos por abejas, abejorros, moscas, que inexistentes hasta que apareces y no digamos si sacas provisiones. Así que, más abajo, en la base, sentaríamos campamento provisional libre de insectos aguantando la solaina.


Plácido retorno aunque machacante


Por donde venidos cuando intención había de vuelta por el crestón del Catoute a La Cernella, que por menos vistoso menos fama y por romo a pesar de que le supera en 5 metros. Si bajásemos por ahí nos encontraríamos con las lagunas de La Robeza, pero lo dejamos para otra vez dado que no andábamos sobrados de tiempo. Así que cresteando entre brezo de no más de 50 centímetros pasaríamos por la loma del Cologán, doblaríamos a izquierda en 180 grados y discurriríamos por donde venimos on una culada en los humedales del campo de Los Gallones, no tendríamos encuentros con las víboras, que de tan casuales acaso no se den con frecuencia, cuando al paso por el Piornalón, que si apropiado el nombre, hasta el Valle del Cebolledo donde se unen los regatos y se forma el Susano que con el Campo más abajo forma el Boeza, rio que recorriendo los pueblos de Colinas, Igüeña, Boazo, Folgoso de la Ribera desemboca en el Sil. Y nosotros donde partidos y bien regalados a cervezas sin alcohol, rebajadas con gaseosa, en un intento de refrescarnos de tanta molienda por la irregular bajada. Cuando el barman nos informó que este domingo más de un centenar de corredores de montaña subirían al Catoute, nosotros nos conformamos con subir al auto. Mientras algunos visitantes doblando ramas para comer cerezas en la canícula.

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