Ante ayer hubo feria y se me olvidó comentárselo. Pero no pasa nada, el día 17 hay otra vez así que guárdense la fecha y vayan.
Ante ayer hubo feria y se me olvidó comentárselo. Pero no pasa nada, el día 17 hay otra vez así que guárdense la fecha y vayan. Allí paseen en medio de los tenderetes, mirando a ambos lados, decidiendo qué comprar y qué no. ¿Mi recomendación? Ropa interior, sí (relación calidad-precio-estética más que satisfactoria); ropa de vestir, no (algo hortera y empelotilla pronto); colonias de imitación, sí (el olor no dura tanto pero, por el precio, compensa salir de casa oliendo a éxito).
A mí, sin embargo, lo que me gusta de la feria, es ver a los vendedores. ¿Por qué? Porque son gitanos. Y como aquí no los hay en ningún otro sitio, pues voy a la feria a verlos. Soy muy fan de ver gente distinta sin tener que viajar.
Cuando era pequeña, había unas chabolas gitanas cerca de mi casa y, a veces, iba con mi madre a llevarles ropa que no usábamos. Sé que puede sonar condescendiente y clasista pero a mí me gusta más verlo como una forma de reciclar en la que todos ganan: yo no genero basura y ellos tiene un bien por el que no han tenido que pagar. Ayer, mi amiga López me trajo una bolsa de camisetas que ya no usa (me quedan fetén, por cierto), ambas estuvimos encantadas con el traspaso y nadie usó la palabra clasista.
Pero a lo que iba, cuando, de pequeña, nos acercábamos a la zona gitana, yo me quedaba alucinadita viendo niños tan distintos, maneras de vivir tan distintas, acentos tan distintos: me parecía como si hubiera una línea invisible a partir de la cual empezase un exótico país. Por eso ahora, cuando voy a la feria, voy de excursión antropológica. O a pasear mi curiosidad clasista, como prefieran. Mientras lo deciden pueden tomarse un pincho en el Café Bar Praza, un clásico. Clásico y clasista vienen de la misma palabra, ¿no? Qué cosas.
Mira Ourense: Que las quiten ya
¿Qué son estas bolas, por favor? El otro día discutía con mis amigas desde cuándo estaban aquí: ¿carnavales?, ¿navidades? Yo me decantaba por esta última opción, más que nada, porque eso parecen, bolas de navidad gigantescas. Entonces, ¿qué demonios hacen en pleno agosto ahí colgando?
La verdad que cuando paso por debajo me dan mal rollo. No es que crea que se me van a caer encima. Pero... Pero un poco... A ver, me recuerdan mucho a una viñeta de Petra y Patro (recordarán a Petra y Patro, ¿no?) en la que Petra, bajo una lámpara muy parecida a estas bolas, decía alguna mentira (que no se había pimplado el licor carísimo de Patro o algo así) y añadía “que me caiga esta lámpara en la cabeza, ahora mismo, si miento” y ¡crash!, la lámpara le caía encima y, por el dibujo, podías jurar que le había hecho mucho daño.
Pues eso es lo que veo cada vez que paso bajo ellas. Y me dan ganas de decir una mentira, así en bajito, solo a ver qué pasa, como para tentar al destino. Y no me gusta. Que las quiten ya.
¿Tienen Spotify?, ¿no?, ¿y cómo eligen la música que escuchan? Es domingo, de hoy no pasa sin que se descarguen el Spotify (si es que no lo tienen) y se hagan su super lista musical.
Verán que las opciones son tantas que uno no sabría por dónde empezar a elegir. No siempre apetece el mismo tipo de música, hay temas pa- ra bailar, otros para escuchar tranquilamente, o de música de fondo... Yo hoy les sugiero que hagan la lista de canciones bonitas, esas que cuando escuchan recuerdan a su primer amor (o al último), o sonríen como bobos, o ven el mundo como un sitio donde apetece pasar mucho tiempo. Para mí, canciones de este tipo son, entre otras miles, “Come on Eileen” de Dexys Midnight Runners, “Wouldn ́t it be nice” de The Beach Boys, “This will be our year” de The Zombies o “Make your own kind of music” de Mama Cass (sí, la canción que Desmond escucha en el principio de la se- gunda temporada de “Lost”)
Y, a partir de ahí, sigan, sean creativos, siéntanse libres y felices, incluso un poco ñoños, no pasa nada. Eso sí, si no quieren pagar Spotify y la publicidad les taladra el cerebro, pueden probarlo gratis un mes. Y después, se dan de baja y vuelven a hacer lo propio pero, en vez de con sus datos, por ejemplo con los de su tía la del pueblo, que ella no va a usar Spotify en la vida. Y así, tirando de familiares de edad provecta, pueden escuchar música gratis hasta que se les caigan las orejas.
