El niño que vive en mí

El niño que fui entra en mis sueños, me toma de la mano, sonríe, me invita a desandar a su lado los caminos, y en el camino descubro en cada niño al niño que fui...
El niño que vive en mí descubrió no hace mucho una vieja fotografía, estaba guardada, castigada aun conservando los intensos colores de mi infancia. Veo ahora aquella foto y me pregunto dónde quedó aquel niño, dónde su espíritu aventurero, dónde su inconformismo, su ansia por descubrir y descubrirse, su espíritu revoltoso, su pasión por la lectura, esa que le hacía devorar todo cuanto libro caía en sus pequeñas manos.

La miro, no me reconozco, recuerdo, pienso y no puedo evitar emocionarme al volver a aquellos juegos inocentes con mis hermanos, a las rabietas, al cariñoso beso de mis padres al levantarnos cada mañana, al que recibíamos a la hora de acostarnos, a esas meriendas de chocolate y galletas alrededor de una mesa. La veo, me detengo y me descubro ahora cansado, cambiado, castigado; busco y encuentro muchas de las cosas, de las pequeñas cosas que antes y aún ahora consiguen arrancarme una sonrisa. Me reinvento, lo intento, aunque aún conservo parte de aquella inocencia que me llevaba a cuestionar a mis mayores cada gesto, cada palabra, cada acción que el tiempo se ha encargado de descubrir a mis ojos. Me veo en esa foto y sonrío ante aquellos viajes en el 1.500 familiar que nos llevaban a atravesar media España en el reencuentro con mis primos, aquellas tardes en las que, tumbados sobre la alfombra, jugábamos a ser papá mientras él leía sentado ante la mesa en el comedor. La veo, y recuerdo la lucha diaria y entregada de mamá en cada comida frente a los cinco demonios que, sentados en la mesa, jugaban a reconquistar castillos medievales armados y provistos de croquetas, migas de pan y toda aquella munición comestible que ella preparaba cada mañana.

La veo, me miro y no puedo evitar ese sentimiento de nostalgia al ver cómo hemos cambiado, cómo muchos de nuestros sueños no fueron al cabo más que eso, sueños sin retorno. Me miro, sonrío y descubro que no cambiaría nada de aquellos años, nada.

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