Qué tiempos y qué tipos aquellos

Como consecuencia de ese fenómeno evolutivo que se llama civilización y que en nuestra ciudad ha adquirido caracteres galopantes, igual que ciertas formas de tuberculosis –lo que no tiene nada de extraño ya que la civilización es una enfermedad de los pueblos- en Orense nos hemos quedado sin tipos populares que llevarnos al acervo folklórico
.

Y no es que hayan desaparecido del todo. Haber siempre hay alguno, lo que pasa es que los poquísimos que hay se diluyen entre la gran masa humana que ahora invade nuestro viejo Orense, al extremo de que ésta ha rebasado las fronteras locales y ha habido que construir un nuevo pueblo para albergar a esta masa municipal supernumeraria.

En aquel Orense de tres dimensiones nos conocíamos todos, hacíamos una vida en común, casi familiar, sin prisas y exprimiendo el cerebro para pasar el tiempo que, a nuestro modo de ver, transcurría con demasiada lentitud. Por ello destacaron de entre la monotonía pueblerina, con unas costumbres que en nada se parecían a las de hoy, tipos como el “Pepiño chámalle”, la “Bruxa”, el “Tingilenoces”, el Rufino, los “Pándigos”, etc., etc., a los cuales he dedicado algunos de mis escritos. Eran unos tipos extraordinarios, fuera de serie, que no tenían otro mérito que el hacer que los orensanos, con su fino sentido del humor, se ocupasen de ellos, los jaleasen y los mimasen por ser algo insólito y por poner una nota de alegre policromía en el incoloro y anodino vivir de aquellos tiempos.

Cuando Orense, por el imperativo categórico de la evolución, tras varias convulsiones sociales, pasó a tener cuatro dimensiones, esta cuarta dimensión -tiempo- dio al traste con el tipismo y borró estos tipos llamados populares.

Hoy sigue habiéndolos; menos, pero los hay. Mas ya no nos fijamos en ellos por falta de tiempo y porque el humor cambió también. Orense sigue conservando el sentido del humor, pero asimismo cambió la forma de ese mismo humor. Por ejemplo: Hemos aceptado la rueda de afilar y el paraguas como símbolo heráldico de nuestro pueblo en un alarde humorístico extraordinario y por otro lado, por ahí anda un tipo con un extraño atuendo pseudocastrense y una gran rama de tojo, que en otros tiempos hubiera hecho las delicias de grandes y chicos y todo lo que se nos ocurre pensar al verlo es por qué no ocupa una plaza en Toén o en Conjo… y aprovechando de paso la ocasión para criticar a las autoridades municipales o provinciales.

Los últimos tipos populares que recordamos, desaparecidos recientemente, pertenecían ya a un híbrido de picaresca y pintoresquismo, como aquél tan conocido que, en una época de escasez de piedras de encendedor, las fabricó él mismo cortando un alambre en trocitos y vendiéndolas a peseta. Y si algún cliente reclamaba contestaba muy serio:
-Sí, ser son algo duras… pero non hai outras… Ahora todo é falsificado.

Este mismo sujeto, que era un buen zapatero cuando trabajaba por el oficio, en ocasión de atravesar una crisis más que financiera aprovechó la feliz circunstancia de que un cliente le entregara unos zapatos para su compostura para ponérselos él y usarlos como si fueran suyos, y cuando el cliente le instaba a su pronta reparación, contestaba con sorna:
-Pronto, pronto estarán… ando con eles… ando con eles…-Y nunca habló con más propiedad.

Ahora, en nuestros días, en que el turismo va tomando gran incremento y en que se toman medidas para conservar los monumentos artísticos y se subvencionan lo típico y lo folklórico, yo propongo, a quien corresponda, que, así como hay una asociación de “Amigos de los castillos”, se cree en Orense algo parecido, algo así como “Amigos –o protectores- de los tipos enxebres y similares” con lo que lograríamos conservar esta raza de descendientes de aquellos graxos da Burga, en vías de desaparecer. ¡Que no todo ha de ser fútbol, caramba!

(Publicado en La Región en 1961)

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