rutas de val y montaña

Una de las travesías por San Mamede

La ruta por San Mamede, en la que la nieve condicionó el camino durante todo el trayecto.
photo_camera La ruta por San Mamede, en la que la nieve condicionó el camino durante todo el trayecto.
La sierra de San Mamede es por su proximidad un referente para montañeros. Situada en el Macizo Central ourensano que se forma con las de Queixa, Samión, Invernadeiro, Fial das Corzas, casi no hay montañero que no conozca. En sus faldas, o Bidueiral, una formidable avenida de abedules, carballos, acebos. Y en las proximidades esos hermosos bosques o acebrales que se caen hacia oriente, por O Teixedo y Casas da Ferrería, parcialmente devorados por un reciente incendio. Allí se nutren el río Arnoia, el Mao, el Edreira y otros menores y el Támega, casi de sus faldas.

Esa sierra que conocí de la mano de los Villalva, esa familia zamorana, pero tan vinculada aquí que cuando trasladada dio en colonizar gran parte de nuestras montañas. Una familia de 14, de tan deportistas que apenas quedaban más de dos miembros fuera del montaraz circuito. Así podías encontrarte con Ico, Andy, Nazario, Julia, Mariángeles, las gemelas Ana y Mª Teresa o a Bernardo, Alfonso, Carlos... que, aunque de diferentes edades, todos participaban de las expediciones sin que faltasen los pequeños Pilara y José Luis. Entendemos más estas montañas y las Trevincas con el fenómeno Villalva, porque si bien hubo muchos, incluso familias como los Gurri que por tantos no podrían contarse; individualmente menciono a Chelís Tovar, que ya venía de los Scouts, o a Manolo Bello, o a Pastor Fábega y a tantos que me dejo por no hacer prolífico el recuento. Por San Mamede se iba con estos aguerridos en bici llevados por el bus del Mangana hasta el santuario de Os Milagros y después con los pesados esquíes de sauce o abedul que los citados hermanos Villalva modelaban en la caliente agua de As Burgas, echábamos unas esquiadas en la cima, retornábamos y otra vez, esquíes al hombro, de vuelta, donde nos esperaban las bicis, atábamos los esquíes a la barra y hacia la ciudad. Menos mal que casi todo en bajada.


Medio esfuerzo hasta el alto


San Mamede ofrece unas cuantas rutas pero esta que arranca en O Coudillo, que todo el mundo decía Casa del Caudillo, que obvio por qué. Desde este punto se suelen emprender marchas a pie o en bici de montaña o en motos todo terreno o en los arrasadores quads o cuadriciclos. Incluso tiene una carrera de montaña.

Arranca esta ruta en las casas de O Coudillo, que ocuparon un tiempo la ONG Amigos da Terra como aula de la naturaleza con un aerogenerador en la casi cima que acumulaba en unas baterías la energía para autoabastecerse y el aula de la naturaleza. Allí también un cercado de cérvidos. Problemas de financiación hicieron que Amigos da Terra dejasen tan emblemático lugar.

La emprendimos con nieve hasta allí mismo, cuando bicis y quads iban a hacer una particular carrera y nosotros y algún despistadillo subíamos por las pistas sombreadas por un kilómetro por pinares de repoblación y luego en la cota 1.300 la rala vegetación se asienta hasta el mismo San Mamede que vamos alcanzando; siguiendo la térrea pista que hasta la misma cima llega y continuando hasta un alombamiento donde la llanea por corto tramo con esplendorosas vistas de Rebordechao a derecha, por donde discurre el Arnoia apenas recibidos sus primeros aportes que lo van convirtiendo en río a su paso por la citada aldea donde uno recuerda de casi misacantano a un lejano pariente, Carlos Babarro. Y una aún reciente expedición con varios amigos alaricanos a sus fuentes, tales Alberto Oro, Antón Feijóo, Alfonso García… Varias curvas en nuestra subida con los Penedos das Mozas y dos Afeitados a derecha, que dejados atrás, se presenta la altura del San Mamede a adonde accedemos previa apertura de puerta del refugio, por curiosear y de libar de la fuente del área recreativa para rematar en la cima cabe a la capilla del santo.


Desde lo siete picos a Teixeira-Coudillo


No sé si esto de los siete picos en dirección noroeste es invención de Chelís Tovar o realmente se llaman así cuando de estacionamiento por unos minutos cabe a la capilla con una nieve  ya pisada y cuando en la pista muy espesa, de tal modo que sobre ella caminamos ayudados de bastones, y de bajada por el cortafuegos, más de una culada porque ninguno de raquetas o crampones. La nieve, un magnífico acompañamiento, serviría para no pocos lanzamientos de bolas, cuando hallándonos de remate del cortafuegos conectábamos con pista, que seguida a izquierda, y más adelante, a resguardo del frío reinante en las alturas, comeríamos en mesa y banco a la vista de la deshabitada aldea de A Teixeira a donde bajados por varias reviravoltas. A Teixeira núcleo habitado otrora por media docena de vecinos es hoy un pueblo de apenas unas casas en uso, pero sin moradores, cuando antes echaban sus ganados a pastar las circundantes praderías por las que atravesamos, al lado de un río tributario más abajo del Tioira, éste a su vez del Arnoia. Paseo entre álamos, abedules para conectar casi al final de la suave subida, con térrea pista dirección sur que faldeando por las quemadas laderas se muere casi en el mismo Coudillo cuando llevamos como veintena de kilómetros a cuestas.

Una montañera que puede emprenderse cuando se quiera; con nieve es incomparable.

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