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"Mi vida y mi trabajo están en México y me siento raro cuando vengo de vacaciones"

Antonio Carballeda.
photo_camera Antonio Carballeda.

Su padre ya trabajaba en México cuando Antonio Carballeda, con tan sólo 17 años, cruzó el Atlántico desde la parroquia de Albarellos, en Boborás, para afrontar una nueva y desconocida etapa de su vida, en la capitalidad del Estado azteca.

Su padre ya trabajaba en México cuando Antonio Carballeda, con tan sólo 17 años, cruzó el Atlántico desde la parroquia de Albarellos, en Boborás, para afrontar una nueva y desconocida etapa de su vida, en la capitalidad del Estado azteca. Pero la tierra de origen tira mucho y este emigrante, viudo y con dos hijas, siempre que puede vuelve a su casa de Carballiño.

¿Cuál fue su primer empleo allá?

Comencé a trabajar por mi cuenta como encargado de una empresa de muebles durante una larga época. Luego ya me pasé al negocio de los hoteles, en el Distrito Federal.

¿Resulta difícil trabajar y vivir en un país donde la inseguridad es cotidiana?

Es el único y muy grave problema que allí padecemos, con secuestros y llamadas intimidatorias a la orden del día, hay que andar con mucho cuidado. Yo mismo fui víctima de un secuestro de los que se denominan "exprés", pero finalmente todo salió bien.

¿Considera que ya se ha adaptado al ambiente de México?

La verdad es que sí, porque mi vida y mis negocios están allí, y todo ello a pesar de la falta de seguridad y la corrupción. Vengo a Carballiño dos o tres veces al año y para mí es un poco raro el cambio de ambiente al llegar aquí.

¿Pero notará que el cambio es radical? 

Por supuesto. La tranquilidad y el respeto que emana de la gente en Carballiño es muy diferente del que se respira en México, porque aquí hay personas honradas que viven con dignidad. 

¿Ha notado cambios en la villa a lo largo de estos años?

Creo que desde el Concello carballiñés se han hecho bien las cosas en los últimos años, con cambios espectaculares en el casco urbano y en su entorno. Es un lugar donde vale la pena vivir, con las calles y plazas limpias, lo cual significa que los impuestos que pagamos los vecinos y propietarios van a dónde tienen que ir, porque se invierte en el bienestar de las personas. Allá en México no sucede lo mismo, porque si bien las tasas son más reducidas, el dinero que se recauda no llega al destino esperado.

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