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Comunicación eficaz con adolescentes

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photo_camera La adolescencia es un momento decisivo para que los padres y madres estén presentes y atentos y sean comprensivos y amorosos.

Todas las personas adultas sabemos lo que es un adolescente porque ya lo hemos sido, pero ¿de verdad sabemos o solo creemos saber?

Desde la teoría nos encontramos con múltiples definiciones: 

Según Piaget la adolescencia es el momento en que aprendemos a pensar sobre el pensamiento y a razonar sobre el raciocinio.

María Montessori definía la adolescencia como la fase de defensa de la autonomía, expansión de la vida social, descubrimiento de la sexualidad y apertura a nuevas experiencias.

En lo que estaremos de acuerdo es que es una época de crisis: crisis de identidad, conflicto entre las conductas infantiles y adultas,  conflicto de valores e ideas, conflicto familiar, conflicto en las relaciones sociales…. Pero la crisis tiene un sentido positivo, y es que sin crisis no hay maduración.

"Todo esto así dicho es muy bonito, pero ¿qué podemos hacer en la realidad de cada familia para transitar esta fase de un modo menos disruptivo? El modo en que nos comunicamos tiene un gran peso, o a nosotros nos resulta igual de cómodo hablar con libertad en un ambiente relajado y de confianza que en otro donde lo habitual son los gritos, amenazas, discusiones….

“La comunicación eficaz entre dos personas se produce cuando el receptor interpreta el mensaje en el sentido que pretende el emisor”.  Esto quiere decir que transmito un mensaje y que éste llega en su versión más similar al receptor. Ya que lo que decimos muchas veces se ve alterado por factores físicos como el ruido, la distancia o la falta de comunicación no verbal como ocurre a través del whatsapp, pero también por factores psicológicos y emocionales, porque yo interpreto los mensajes que recibo condicionada por mi propia experiencia, creencias y valores. ¿Recodáis el juego del teléfono estropeado? Aquel en que sentadas en círculo, una persona le decía una frase al oído a la de al  lado y así sucesivamente. Así es cómo funcionan los cotilleos, yo cuento lo que me ocurre a otra persona y ésta desde su forma de entender el mundo interpreta el mensaje y lo pasa a la siguiente hasta resultar una parodia del mensaje original.

Entonces, ¿cómo puedo conseguir hablar con mi hijo o hija adolescente, que me escuche de manera activa y recoja ese mensaje con las mínimas modificaciones? Para mí, lo primero y fundamental es el modelado que yo ofrezco como figura de apego a mi hijo, que yo muestre Respeto hacia él, que realice una escucha activa y sea empática; si soy coherente con mi forma de pensar y actuar tendré un gran camino andado.

Algunos tips para conseguir una comunicación eficaz son: 

Empatía: es preguntar y escuchar al otro sin juzgar, simplemente preguntarle lo que necesita en ese momento, en que desea que le ayudes o si únicamente quiere que le escuches.

Técnica del desarme: empatizar con algo de lo que la otra persona nos dice, no centrarnos en lo malo, sino buscar el punto en común o validar sus emociones (te ha debido molestar mucho, tienes razón en esto pero con respecto a lo otro yo opino diferente…)

Validación emocional: todo los que sentimos es legítimo. Los problemas de nuestros hijos son los más importantes y complicados en ese momento de su vida, no vale compararnos.

Negociación: es un proceso y una técnica mediante los cuales dos o más partes construyen un acuerdo.

Criticar la conducta o mensaje, no a la persona: eliminar el “eres un vago” y sustituir por “creo que te puedes esforzar más, confío en ti” y que sea sincero esto que les decimos.

Credibilidad: tiene que ver con ser honesta y genuina.

Parafrasear y resumir: ayuda a comprender lo que la otra persona me está diciendo y me permite verificar si realmente estoy entendiendo lo que me dice. “Entonces lo que me quieres decir es…”

Clarificar: mediante preguntas.

Emitir refuerzos o cumplidos: verbalizaciones que animan a continuar con su discurso.

Permitir silencios: parecen incómodos, pero casi siempre nos dan mucha información.

Lo que nunca debemos hacer: criticar, acumular emociones negativas sin comunicarlo (es mejor ir soltando poco a poco, que explotar cuando estamos hasta el cuello), generalizar, extendernos en explicaciones y rodeos, juzgar, contar nuestra experiencia, dar consejo sin que nos lo pidan, gritar…

Después de todo esto, solo me queda por decir que la adolescencia es un momento decisivo para que las madres y los padres estén presentes y atentos, sean comprensivos y amorosos y desde ahí puedan otorgar al hijo o hija una orientación que constituya el punto de equilibrio.

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