O PSICÓLOGO FALA

¿Qué debemos hacer los padres y madres sobre el botellón?

photo_camera Botellón en la Alameda | Archivo

La realidad nos demuestra, una vez más, que el problema no se soluciona con prohibiciones, pero tampoco mirando a otro lado

En las tres últimas décadas, el patrón de consumo de alcohol ha sufrido una verdadera transformación, de modo especial cuando nos referimos a la población de jóvenes y adolescentes. Colectivo en el que el consumo de alcohol, se integra en una cultura de ocio diferenciada, que cobra especial relevancia en las tardes noches de fin de semana o vísperas de festivos. La realización del denominado botellón es una costumbre adoptada por los adolescentes y jóvenes, y que consiste en reunirse con el propósito de consumir bebidas alcohólicas en lugares públicos, tales como parques o zonas abiertas de la calle, entre otros. Este tipo de prácticas se hace más frecuente en el período estival y durante su realización la supervisión adulta es inexistente y, por consiguiente, las limitaciones impuestas a las conductas transgresoras son mínimas. Esta práctica se popularizó y se consolidó como una variante de ocio nocturno juvenil.

En un primer momento, este fenómeno contó con la aquiescencia o la indiferencia de las autoridades, pero no se tardó mucho tiempo en comenzar a visualizar los efectos adversos de esta práctica: intoxicaciones etílicas, accidentes de tráfico, peleas, daños al mobiliario urbano, acumulación de basura o quejas vecinales por no poder soportar el ruido ocasionado por el murmullo de la muchedumbre, los gritos, los vehículos de motor o el alto volumen de la música con que se amenizan estas prácticas. Ante esta situación pronto aparecieron voces que abogaban por su prohibición, por lo que rápidamente fueron introducidas medidas sancionadoras y reguladoras, en muchas comunidades y ayuntamientos. Otros, sin embargo, se mostraban contrarios a las prohibiciones, e incluso, algunos gobiernos locales promovieron los denominados “botellódromos”: espacios alejados de viviendas en el que los jóvenes pudieran divertirse y beber sin molestar a otros ciudadanos. A pesar de ello, la realidad nos demuestra, una vez más, que el problema no se soluciona con prohibiciones, pero tampoco mirando a otro lado e ignorando los problemas que esta práctica genera en la salud de jóvenes y adolescentes. Siendo, por tanto, necesarias medidas que desde el plano educativo contribuyan a reducir su prevalencia e incidencia. Según datos de la última encuesta sobre alcohol y drogas en España, publicada por el Plan Nacional sobre Drogas en 2015, aproximadamente el 50%  de los chicos /as de 15 a 24 años ha realizado botellón en el último año. 

Riesgos asociados 

Sin bien, ni todas las personas que participan en los botellones hacen un consumo abusivo de alcohol, o que, incluso algunos ni siquiera lo consumen; lo cierto es, que un alto porcentaje de quienes participan en ellos hacen un consumo abusivo de alcohol. Además la investigación ha puesto de manifiesto reiteradamente que la participación en el botellón se relaciona significativamente con mayores probabilidades de incurrir en prácticas de riesgo tales como los atracones por alcohol (binge drinking), las borracheras e intoxicaciones etílicas, el uso y/o abuso de otras drogas o las prácticas sexuales de riesgo. Si nos centramos exclusivamente en el consumo de alcohol, hemos de tener en consideración que su uso abusivo en cortos períodos de tiempo incrementa de forma muy importante el riesgo de intoxicaciones etílicas, con el consiguiente daño para el organismo, especialmente para el hígado y el cerebro. Incluso cuando el consumo excesivo es esporádico. Pero además, no debemos pasar por alto, que la participación en botellones, cuando se asocia con un consumo excesivo de alcohol y/o drogas, puede acarrear múltiples complicaciones tales como incrementar el riesgo de desarrollar una adicción, sufrir accidentes de tráfico, agresiones y traumatismos craneales o problemas con la justicia.

¿Qué pueden  hacer las familias?

La prevención, en el caso de la adicción a sustancias, debe entenderse como proceso educativo que pretende facilitar el aprendizaje y la maduración personal y social de los educandos, fortaleciendo sus capacidades para solventar de modo eficiente situaciones y problemas con los que han de confrontar en su día a día. De modo más concreto, como objetivo el fomento de la autonomía personal, la toma de decisiones y la capacidad de crítica; contribuyendo a la clarificación y el fortalecimiento de determinados valores relacionados con estilos de vida saludables. Desde esta óptica, son múltiples las acciones que padres y madres pueden realizar, en su deber de complementación con otros agentes de socialización, para contribuir a que sus hijos/as puedan prevenir eficientemente el uso y/o abuso de drogas; entre otras podemos mencionar las siguientes: Promover un clima relacional óptimo, tanto desde el plano afectivo como comunicativo, tratando de conocer en todo momento sus necesidades.

Fomentar la autoestima y la autoconfianza como bases para el desarrollo de una adecuada identidad personal.

Facilitar el desarrollo de habilidades personales y sociales clave para confrontar con situaciones cotidianas de modo eficiente (solución de problemas, toma de decisiones, afrontamiento de estrés, resistencia a la presión de grupos o a la influencia de la publicidad, demora del refuerzo inmediato, perseverancia en la consecución de metas personales, asertividad, autonomía y autorregulación emocional…). 

Informar objetivamente, si alarmismos excesivos, sobre a los efectos asociados al consumo de drogas. Incidiendo especialmente en los efectos reales a corto plazo más que en los sólo probables efectos negativos a medio largo plazo; pero también sobre las ventajas de no usar sustancias.
Inculcar desde las edades más tempranas valores éticos, tales como el respeto, la responsabilidad o el compromiso; estimulando comportamientos prosociales (voluntariado, participación en asociaciones deportivas, culturales, ecológica...). Sin lugar a dudas, el aspecto más importante, es esforzarse en que nuestro comportamiento sea siempre un buen ejemplo de salud.

JOSÉ MARÍA FAILDE es doctor en Psicología y especialista en Psicología clínica

Te puede interesar
Más en Xornal Escolar
xornalescolar_0304_otitis_01
Escola de Familias

¿Qué es la otitis?

xornalescolar_0304_nuria_01
De que se fala

Solo lo que suma