ESCOLA DE FAMILIAS

Educar para la paz: una utopía posible

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photo_camera Varios alumnos atendiendo en una clase.

“No hay camino para la paz. La paz es el camino” (Gandhi)

Recientemente, el 30 de enero, y coincidiendo con el 70 aniversario del asesinato de Mahatma Gandhi, se celebró el Día Escolar de la No-violencia y la Paz. La celebración de esta fecha en el ámbito educativo pone de relieve la importancia de la educación como el arma más poderosa para eliminar la violencia y alcanzar la paz. 

En este sentido, debemos reconocer el carácter integral y positivo del concepto de Paz, que ya no es la antítesis de la guerra, sino la antítesis de la violencia, afectando a todas las dimensiones humanas, y haciendo referencia a la superación de las realidades sociales perversas y a la construcción incesante de la justicia social

Así entendida, la paz se alcanzaría entonces en aquellas sociedades con un inexistente nivel de violencia y un elevado nivel de justicia, por lo que se construye sobre otros valores, tales como la igualdad, la tolerancia y la valoración de la diversidad, abarcando tanto las relaciones internacionales como interpersonales. El otro/a, y especialmente el trato que éste/a recibe, constituye el núcleo básico sobre el que construir la cultura de paz.

Datos significativo

Sin embargo, la paz todavía es una utopía, aunque posible, no alcanzada, y en el ámbito escolar el otro/a todavía no es tratado/a como un igual. Así, los fenómenos de discriminación por motivos de etnia/raza forman parte del día a día en las aulas, destacando unas políticas de integración fundamentalmente asimilacionistas, así como la concentración de inmigrantes y alumnado de etnia gitana en determinados centros. En esta línea, en la última encuesta del

Centro de Investigaciones Sociológicas sobre actitudes de la población española hacia la inmigración, llevada a cabo en 2015, se observa que un 38.1% de las personas encuestadas opina que la educación empeora en los centros en donde hay muchos niños y niñas inmigrantes, y casi la mitad está muy o bastante de acuerdo en que los españoles/as deberían tener preferencia a la hora de elegir el colegio de sus hijos/as. En general, el alumnado de grupos étnicos minoritarios y/o inmigrante sufre más significativamente que sus iguales nativos y/o pertenecientes a grupos étnicos mayoritarios situaciones de bullying, lo que se comprueba en diez países diferentes tanto para los/as adolescentes inmigrantes de primera como de segunda generación, que también experimentan más riesgo de sufrir problemas emocionales y comportamentales, así como menor satisfacción con la vida (Gonneke et al., 2015).

La diversidad sexual no corre mejor suerte. Así, tal y como se ha expuesto anteriormente en esta sección, no son pocos los estudios que ponen de relieve las difíciles situaciones de bullying que sufren en los centros educativos los adolescentes LGBTI-Q o percibidos como tal por sus iguales (Carrera, Lameiras, Rodríguez y Vallejo, 2014). Situaciones que explican, en un porcentaje significativo, las problemáticas de ideación suicida, intento de suicidio y absentismo escolar especialmente altas en estos grupos (McDermott, 2015).

Agentes educativos

La escuela y la familia, fiel reflejo de la sociedad a la que pertenecen, constituyen potentes agentes de socialización que contribuyen a la creación de identidades sexuales y culturales no sólo diferentes, sino jerarquizadas. Al igual que sucede con otras categorías como la clase social o la diversidad funcional, que son concebidas de una forma uniforme, a través de un discurso de asimilación enmascarado de multiculturalismo; imponiendo siempre el lenguaje, la historia y los conocimientos de acuerdo a los intereses de los grupos dominantes. Así, mientras el currículum explícito recoge aquellos objetivos y contenidos orientados a la promoción de la convivencia y a la prevención de la violencia, el currículum oculto, del que ni el alumnado ni el colectivo docente es plenamente consciente, y que es el que mejor refleja la ideología de un determinado sistema educativo, trabaja sutilmente en contra de la paz y la no-violencia. 

Sin embargo, ambos agentes educativos pueden y deben revertir este proceso orientado a la reproducción del status quo y trabajar a favor de la libertad y la justicia. El primer paso para hacerlo es tomar conciencia de los propios prejuicios y llevar a cabo un atento ejercicio de autoevaluación de los discursos sutiles e inconscientes que permita identificar y transformar las prácticas presentes y ausentes que trabajan en contra de la inclusión y la justicia social.

Asimismo, la escuela debe proporcionar a su alumnado, transversal y específicamente, una educación inclusiva intercultural alejada tanto de modelos asimilacionistas -que engullen los valores/tradiciones de otros grupos a los que considera inferiores- como de modelos multiculturales – que reconocen la existencia de diferentes grupos, pero niegan en la práctica la interacción y el diálogo. Una educación intercultural construida sobre un concepto de paz positiva y enmarcada en la ética de mínimos morales incluidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos, y en la que el otro/a y el trato que recibe constituye el núcleo conceptual fundamental. 

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