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Problemas del sueño: Las pesadillas

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Las parasomnias son los trastornos del sueño más comunes que se presentan en niños. Son conductas y comportamientos extraños que alteran la calidad del sueño. Las más habituales son: sonambulismo, terrores nocturnos, pesadillas y despertar confuso.

¿Qué son las pesadillas?

Es uno de los trastornos del sueño más frecuentes en los niños. Son sueños desagradables, más frecuentes que los terrores nocturnos, Las pesadillas suceden durante las fases REM del sueño, la más ligera. Se presentan en la segunda mitad de la noche, el niño se despierta recuerda lo que ha soñado y responde adecuadamente al entorno.

Ambos forman parte del desarrollo natural. No se saben con exactitud las causas que provocan estos episodios de miedo, pero puede ser una forma que tiene el cerebro de procesar lo que los niños sienten o piensan y de manifestar sus preocupaciones o inquietudes. Es precisamente en esta fase del sueño, donde suelen ocurrir la mayoría de los sueños, incluidas las pesadillas.

El niño suele despertarse muy asustado, describiendo detalladamente las características de lo soñado. Se presenta durante el último tercio y finalizan con el despertar del niño. Aunque no duran mucho, alrededor de 10 minutos, al despertarse el niño sigue estando nervioso, alterado y tiene dificultad para volver a dormirse. También puede haber sudoración y taquicardia.

Cuando se despierta reconoce rápidamente a sus padres y se calma con relativa facilidad. 

Se diferencian de los terrores nocturnos en que se recuerda todo y el sueño se puede relatar como si realmente lo hubiera vivido, confundiéndose sueño con realidad.

¿Cuándo empiezan las pesadillas? 

Es frecuente que aparezcan las pesadillas en los niños de dos años, ya que a partir de esta edad empiezan a entender que hay cosas que pueden hacerles daño y, además, se está desarrollando su imaginación, por lo que pueden crear imágenes que le asusten.

La franja de edad en la que ocurren con mayor frecuencia se sitúa entre los 2 y los 6 años.  Estos niños todavía no son capaces de distinguir bien entre la realidad y la ficción y, por eso, piensan que lo que sueñan sucede de verdad. Los niños no consiguen distinguir una pesadilla de la realidad hasta después de los seis años.

Las pesadillas se manifiestan de forma diferente en cada niño, va a depender de su imaginación y sus propias vivencias. Con frecuencia, suelen incluir fantasmas, monstruos, animales que les pueden hacer daño, etc. Pero también es posible que sueñen que alguien les riñe o que alguna situación les intimida.

¿Por qué se producen?

Las pesadillas expresan la angustia que siente el niño ante un hecho concreto ocurrido durante el día. En algunos casos, pueden ser reacciones hacia alguna situación que les preocupa: una mudanza, cambio de colegio, nacimiento de un hermano, divorcio de los padres, pérdida de un ser querido, enfermedad, accidente. Si ven alguna película o leen algún libro que les dé miedo. Su frecuencia es mayor cuando los niños están cansados o estresados.

¿Qué hacer cuando un niño tiene pesadillas?

Lo primero que hay que hacer es tranquilizar al niño, recalcando que ha sido solo una pesadilla, permaneciendo a su lado y transmitiéndole calma. También se les puede dejar algún objeto que le proporcione seguridad o dejar una pequeña luz encendida. Mejor no hablar sobre ello en ese momento, dejando para el día siguiente aquello que pueda estar preocupándole. Puede ser útil que dibuje o describa la pesadilla, cambiando el final de la misma, de manera que, con este nuevo final, el niño se sienta más seguro.

¿Cómo solucionarlas?

Las pesadillas no se pueden evitar del todo, pero sí que puedes contribuir a que tu hijo duerma lo suficiente y bien, y esto le ayudará porque las pesadillas son más habituales en niños cansados. Estos son algunos consejos que puedes llevar a cabo:

  1. Establece una rutina de sueño: que se acueste y se levante siempre a la misma hora. Dormir las horas suficientes, con regularidad en los horarios. Mejor no suprimir las siestas, si las hace habitualmente.
  2. El momento de acostarse debe estar precedido de un periodo tranquilo y relajante siguiendo una rutina que les ayude a estar más tranquilos: darse un baño, leer y hablar sobre cosas agradables que hayan ocurrido durante el día, recibir mimos…
  3. Mejor evite que vean películas, la televisión o que oigan historias de terror antes de acostarse, así como juegos que supongan una excitación excesiva para el niño.
  4. Explicarle que las pesadillas no son reales y no pueden hacerle daño.
  5. Conviene identificar aquellos factores que puedan ser estresantes para el niño, para así eliminarlos o reducirlos.

Estos consejos ayudarán, pero aun así no evitarán que tenga alguna pesadilla. Cuando suceda, haz lo siguiente:

  • Calmarlo y estar con él hasta que se sienta seguro.
  • Explicarle que lo que pasó en su sueño no es real y que todo está bien.-Respeta su sensación de miedo: dile que es normal que esté asustado, que a ti también te pasa, pero que está seguro y no va a ocurrir nada.
  • Ayúdalo a conciliar el sueño de nuevo y déjale una luz encendida para que se sienta más protegido.
  • No acostarle con la vejiga llena. La necesidad de orinar puede ser un desencadenante de las parasomnias.
  • Si al día siguiente quiere contarte su pesadilla, escúchalo. Puede que al hablar sobre ella de día ya no le cause tanto terror.

Aunque las pesadillas se consideran algo normal de la infancia, si ves que son muy frecuentes o que suceden junto a otro tipo de problemas, ya sean emocionales o de conducta, consúltalo con tu pediatra. Las pesadillas no son otra cosa que sueños feos y, como todos los sueños, se manifiestan durante la fase de sueño agitado, llamado sueño REM, es decir, a horas más tardías. 

Diferencias entre terrores nocturnos y pesadillas

A diferencia de lo que sucede en las pesadillas, no suele despertarse fácilmente a pesar de los esfuerzos de otras personas que tratan de sacarlo del trance desagradable. Si finalmente se consigue, el niño se muestra confuso, desorientado durante unos minutos y con una cierta sensación de temor, pero no tan acusado como en el caso de las pesadillas. No hay recuerdo del sueño y si no se ha despertado totalmente vuelve a dormir inmediatamente sin recuerdo de lo sucedido al día siguiente.

  1. Una de las diferencias más importantes entre terrores nocturnos y pesadillas es que los primeros son mucho más espectaculares y más angustiosos. Los gritos y los movimientos del niño que experimenta un episodio de terrores nocturnos causa mucha más alarma a los padres que una de esas pesadillas de las que estamos acostumbrados a consolar. No obstante, hay que advertir que a pesar de esta espectacularidad los terrores nocturnos no son un síntoma de un trastorno o problema médico latente.
  2. Un niño puede tener un episodio de terrores nocturnos y no volver a presentarlo más o en cambio seguir teniendo varios hasta que acaben desapareciendo paulatinamente. Las pesadillas pueden aparecer en cualquier momento de nuestras vidas.
  3. Reconoceremos que el niño sufre de terrores nocturnos y no una pesadilla porque los terrores nocturnos aparecen transcurridas pocas horas tras dormirse y en el momento de transición entre la fase REM a la no REM, fases del sueño en las que no entraremos en este artículo, pero para hacerlo entendible digamos que suelen aparecer entre antes de las 2 de la madrugada.
  4. El niño que sufre terrores nocturnos se agita bruscamente, se sienta en la cama, grita, parece aterrorizado, desorientado, y no reconoce a las personas que le rodean. Tiene taquicardias, está empapado en sudor y las pupilas dilatadas. Puede parecer una pesadilla, pero no, porque el niño no se calma ni se despierta cuando acudimos a su lado.
  5. A diferencia de las pesadillas, el niño que sufre un episodio de terrores nocturnos es difícil despertar o calmar y en caso de hacerlo no es capaz de explicarnos qué es lo que le pasa debido a su confusión. No recuerda nada de lo soñado porque los terrores nocturnos no son exactamente un sueño sino una experiencia de miedo intenso que se produce en la transición de una fase de sueño a otra.

Una vez superada la crisis el niño se vuelve a dormir tranquilamente, sin miedo y sin recordar nada de lo sucedido. Los padres somos los que quedamos sobrecogidos ante lo acontecido, que puede haber durado entre 1 y 20 minutos. Con mayor o menor frecuencia y en algún momento de su vida, todos los niños sufren pesadillas y terrores nocturnos. Son manifestaciones normales en las distintas fases de crecimiento y que, tarde o temprano, desaparecen. Es importante distinguirlas.

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