ESCOLA DE PAÍS

La publicidad de los alimentos

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Hoy en día existe una creciente preocupación acerca de los temas de alimentación y de su posible repercusión en la salud

Los consumidores constantemente reclamamos de las empresas del sector alimentario más y más información sobre los ingredientes de los alimentos, y los productos alimenticios disponen de un etiquetado obligatorio, y la mayoría ofrecen además, un etiquetado nutricional, que será obligatorio a finales del 2016, en el que se indican las calorías y los principales nutrientes que nos aportan. 

LA PUBLICIDAD


Se puede decir entonces que disponemos de toda la información necesaria para realizar una buena selección de alimentos, aunque después suele ocurrir que esa información pesa menos que la publicidad del alimento en los medios de comunicación (radio, TV…). Para el psicólogo Alberto Bandura (profesor de la Universidad de Stanford) la publicidad pretende persuadir a los menores a que lleven a cabo determinadas conductas de consumo, pero no hay que olvidar que los menores todavía no poseen la suficiente madurez crítica para poder juzgar por sí mismos y por lo tanto, resultan presas fáciles para esas campañas publicitarias. Añade también que la publicidad suele centrarse en tratar de inculcarles que a través del consumo pueden “llegar a ser” o “llegar a tener” algo deseable y que no siempre consiguen, lo que puede generar un sentimiento de frustración. Por lo tanto y teniendo en cuenta que los menores aprenden por imitación, la publicidad ejerce un papel persuasivo que tiene mucho de manipulación.


El sector de la alimentación tiene una gran relevancia en la inversión publicitaria, por ello fue muy pertinente la implantación en el año 2005 del código PAOS (Corregulación de la publicidad de alimentos y bebidas dirigido a menores para la prevención de la obesidad y la salud) en el que participan 47 empresas, que en el año 2013 se amplió a la publicidad en Internet dirigida a menores de 15 años (que es única en este campo a nivel europeo). Ese Código PAOS es un instrumento que pretende no sólo lograr una mejor calidad y mayor transparencia en la publicidad dirigida al sector infantil, sino también fomentar los estilos de vida saludables. En ese mismo año 2013 también se puso en marcha el plan Havisa, que incluye una campaña para dar visibilidad a mensajes y leyendas que promocionan una alimentación saludable y la práctica regular de la actividad física. Todas las marcas adheridas a este plan se comprometen a incluir cada mes en su publicidad un mensaje diferente del tipo: “utiliza las escaleras en lugar del ascensor”, “come de forma variada equilibrada y moderada”, “camina 30 minutos al día”.


Los niños y jóvenes españoles son los que más tiempo pasan cada día frente a la TV en toda la Unión Europea y los spots publicitarios más abundantes en la franja horaria infantil, corresponden a productos alimentarios considerados poco saludables. En un estudio realizado en las dos cadenas con mayor cota de audiencia entre la población infantil (Romero-Fernández en el 2014) se observó que el 9% de la programación lo ocupaba la publicidad, que el  39% de los spots fueron anuncios de alimentación y que el 29% de estos spots ofrecían algún incentivo para los menores (muñecos, tazos, etc). Los alimentos más anunciados fueron la bollería, dulces, golosinas, snacks, y refrescos, productos en general poco recomendables para incluirlos en la dieta diaria y objeto de viva polémica en países como USA donde se debate su prohibición. Aunque la mayoría de los anuncios informaban del contenido nutricional de los alimentos y más de la mitad muestran un mensaje o leyenda de promoción de hábitos saludables, lo que los niños están recibiendo a través de los anuncios, es un mensaje que va justo en la dirección contraria a las pautas que definen una dieta equilibrada, lo que puede contribuir a disminuir la eficacia de las campañas en contra de la obesidad infantil y a favor de un estilo de vida saludable. Pero la publicidad no solo hace mella en los niños sino también en los adultos que a la hora de seleccionar los alimentos que les compramos, en lugar de utilizar la información nutricional nos dejamos llevar por la publicidad de la marca, por los envoltorios con dibujos o por los incentivos del producto, de forma más o menos consciente, ya que también nosotros somos sensibles a las estrategias publicitarias que hacen creer al consumidor, que eligiendo esos productos obtendremos un valor añadido.

EN RESUMEN 


Aunque la autoregulación y la presión de las autoridades sanitarias están consiguiendo algunos avances para limitar los excesos publicitarios, lo conseguido todavía es insuficiente y hay que seguir trabajando para buscar formas más adecuadas para la promoción de los alimentos y los hábitos saludables entre la población. Además, también los consumidores tenemos que empezar a ser conscientes de la herencia (en términos de riesgos para la salud) que les dejamos a nuestros hijos, cuando compramos y consumimos alimentos sin tener en cuenta la información nutricional incorporada en las etiquetas.

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