Guillermo Arenas ha dejado claro que hay jugadores del equipo con los que no cuenta y un estilo de juego por el que va a apostar que tiene muy poco que ver con el que estaba anunciado, reconocido y proyectado. Suena a mensaje indirecto para la dirección directiva y directo para la directiva ahora que el rumbo en los despachos está algo más claro.
El técnico asturiano le da la razón la victoria ante el Albacete y también la mejoría en el juego en la derrota de ayer, pero a la vez obliga a preguntarle en privado porqué no se cambió hasta ahora y porque se construyó así la plantilla.
El pulso del entrenador automáticamente contradice a quién haya tomado las decisiones anteriores y obliga a contejarlo con las otras partes implicadas.
Chaz Williams pasó de jugar poco en el anterior partido a directamente no jugar nada. El base americano ha confirmado, con los debes y las virtudes que tiene, ser el jugador que se fichó. Otra cosa es que sea el base que necesita el equipo, pero si no juega nada alguién deberá explicar el porqué. Algo parecido pasa con Tomás Chapero y con la apuesta del argentino para ser una de las piezas “básicas” de la plantilla. El pívot está dejando ver en la pista sus limitaciones, pero el base no aceptará negociación alguna si no juega y hay argumentos para “cortarlo”. Eso si se deciden a cambiarlo, aunque lo otro sería todavía más incomprendible, pagarle para que haga grupo al fondo del banquillo.
Con un juego más sólido y varios jugadores consolidándose y creciendo, el COB parece tener nivel para ganar partidos en la zona baja de la clasificación, pero a la vez apunta cosas interesantes a poco que sea capaz de hacer crecer la plantilla. Hay dos vías, mejorando los que suman poco o trayendo a alguno que mejore lo que hay y de paso haga mejores a los que ya están. Ahí llega otra preguna: ¿Quién debe tomar esa decisión?
