DIARIO DE UNA CUARENTENA

La cocina de madera

Gonzalo García de Vitoria habla con sus jugadores durante un entrenamiento (ÓSCAR PINAL).

Ayer me ofrecían desde La Región la posibilidad de escribir una columna diaria en su periódico, seguramente como medida extraordinaria para agravar el estado de alarma en el que estamos metidos. Un reto que sin dudar acepté, con la humildad del que se sumerge en un mundo que no es el suyo, pero con la inconsciencia del que se ve capaz de todo, después de haber montado a mi hija una cocina de madera estos días; con nevera, micro y horno. Tan magna empresa me ha imbuido de una gallardía incontrolable.

Después de montarle una cocina a tu hija te sientes capaz de todo

Es lo que tienen los momentos de crisis, que te enseñan que la gente es capaz de hacer cosas que nunca antes había pensado. Y es que el Covid-19 ha traído empatía y ha dejado a un lado la crítica, no totalmente, ha generado solidaridad y ha alejado el egoísmo, aunque siempre estará cerca. Hemos visto una corriente social para concurrir a una hora determinada en el balcón y aplaudir a todos los sanitarios que se están dejando la piel por el resto, cuando lo normal siempre ha sido ir al centro de salud y despellejar al personal porque no se te ha atendido en tiempo y forma. Incluso se ha dado el caso de un vecindario cantando el cumpleaños feliz a una convecina que seguramente en años anteriores ni siquiera saludaron en el ascensor. 

Por todo eso he aceptado este reto, iniciado por la cocina de madera y empujado por la empatía de las personas. Esperemos que lo positivo de todo esto dure más que mis columnas y no tengamos que volver a sorprendernos de la bondad de nosotros mismos.

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