El Oviedo-COB no es un partido para olvidar, es uno para aprender y decidir

Un aficionado cobista, presente en Pumarín. (EL COMERCIO)
photo_camera Un aficionado cobista, presente en Pumarín. (EL COMERCIO)
Nueva derrota del COB, esta vez frente al Oviedo

Oviedo ha sido más que una piedra en el camino del COB. Ha sido un meteorito. Derrota clara, embarrada por la forma, por la bajada de brazos, por la expulsión… por todo. Las dos caras del equipo ourensano se dejaron ver en toda su esencia en Pumarín. Pero cuando impera la mala, la desnortada, la cosa merece un análisis. Diciembre se encamina hacia su recta final sin pedir permiso. Y aquí todo sigue igual. E igual no es sinónimo de bien en este caso. Eso de “no news, good news” no sirve para una situación que necesita resultados e ilusión. Sea en forma de pívot (la palabra del año sin discusión en el Pazo), sea a través de un líder, en la pista o en la banda. De lo que sea, pero algo. Decidir no tiene por qué ser acertar. Quizá sea también equivocarte. Pero la inacción es un pecado mortal.

Doce jornadas ya dan para una tesis. Esto es lo que hay. Lo que hay cuando vienen maduras, y cuando vienen duras. Pocas sorpresas. Aquí la preocupación va de arriba a abajo, de abajo a arriba y en horizontal. Todo el que sienta un “pellizco” por el COB está preocupado por la deriva. Semana nefasta en todos los ámbitos posibles. El calendario, caprichoso, coloca otro duelo el martes en un Paco Paz que está apoyando de “10” pero que tampoco es Gandhi en cuanto a niveles de paciencia. 

Y hay no pocos melones abiertos. La situación de Chaz Williams especialmente tiene visos de saltar en cualquier momento. El COB vive inmerso en una ambiente enrarecido que no se disipa ni a la de tres. Mala cosa. Urgen decisiones claras. Porque esto pinta muy feo. Y se ve. Se nota.

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