Algo debía de olerse Félix Alonso en la previa del partido. “Hay que tener respeto por nuestro trabajo, por el trabajo de los equipos contrarios y respeto por la gente que nos paga y apoya, por lo tanto, después de haber comido tanta mierda como hemos comido, me sorprendería y decepcionaría mucho que fuera así”. Eso dijo el entrenador antes de iniciar el viaje a Cáceres, aunque la verdad es que su equipo nunca llegó al destino. Y si lo hizo fue demasiado tarde para pensar en algo más que no fuese maquillar el desastre anterior.
Ni rastro del COB que desplumó al Valladolid, puso de pie al Pazo y encarriló la permanencia. El que enderezó una temporada que anoche hizo recordar el porqué habían tenido que llegar relevos, recambios y “parches”. A la que se le quitó la vara de encima, el equipo ourensano volvió a salirse del camino.
La defensa de la primera mitad fue un calco de la que hizo temer por el descenso con argumentos recurrentes para ello. Sin rebote, sin recuperaciones, sin exigencia en el uno contra uno y, lo que es peor, sin ilusión por mejorarlo. El Cáceres tardó poco en ver a lo que habían venido los ourensanos y les clavó el colmillo hasta el hueso. Rompió el partido en 15 minutos y sentenció por la vía rápida. Se divirtió en ataque, anotando bajo el aro una y otra vez, y en defensa no tuvo problemas para mantener a distancia a un COB que empezó con un 0 de 10 en triples.
Cuando sonó el despertador todavía había tiempo para una remontada impensable, pero faltó frescura y al Cáceres le sobró calidad para evitarla. Sí sirvió para demostrar que con un poco de alma y algo de acierto la diferencia entre los dos equipos no era lo que se había visto durante 25 minutos. Lo previsible antes de empezar y lo único bueno a lo que agarrarse para pensar que puede llegar alguna victoria más antes de acabar la liga.
Además, los resultados de la jornada vinieron a hacer buena la noche. Por lo menos no tan mala. Si el pescozón sirve para reaccionar ante el Almansa, bienvenido sea.
