Pseudónimos de juventud

Me ha preguntado hace un momento mi cuñado, el Linterna (Verde), cuándo se abre la opción de moverse entre provincias. Mi hermana y él viven en Madrid y dicen que tienen mucho mono por ver a la "filla". Me ha parecido ver como algún lector ha vuelto su lectura a la primera frase para intentar saber qué nombre es el de mi cuñado. Es una historia muy larga, pero quiero señalar que hablamos de una persona que, a las dos horas de conocerlo, se me vistió con un pijama de Batman y unas pantuflas de piel… Si a un tío así no le quieres, es que no tienes corazón. Tengo que destacar que eso fue en mi primer año en Ourense y habían venido de visita para que pudiéramos conocernos. Yo creo que, como en el partido del Pazo, el público me llamó de todo, pensó que su vestimenta me iba a parecer una nimiedad. Es curioso esto de los motes. No sé si ahora también sigue esta moda, pero cuando yo era adolescente, con mis granillos y mi sombra de hormigas encima de mi labio inferior en forma de pelusilla bigotil, era raro que, en tu entorno, la mayoría no tuviera un mote. El motivo podía ser muy diverso y en algunas ocasiones aparecían de la manera más absurda. Dentro de mis amigos de Madrid tengo; el Ogro, Maguili, Murphy, el Calvo, el Piwy, Txipote, Malikoli, Fiesteban, el Garra (de garrapata) y su hermano el Ladilla, el Trabel, Soweto, y una infinidad más de ellos. Tengo un muy buen amigo al que su entrenador le puso uno que me encanta: “Todo por la borda”. Y es que siempre llegaba a la pretemporada en un estado lamentable y lo bajaban al tercer equipo. Cuando se ponía en forma y estaba a punto de recuperar su puesto en el primer equipo, desaparecía dos semanas… Éste, a su vez, es el más ingenioso del mundo para todo esto y en un bar de Valladolid, a las tres hijas del dueño las llama “Susurro, Grito y Alarido”. Sólo tienes que ir un día allí a tomarte una caña y, sin conocerlas, las distingues perfectamente. Algunos eran en tono gracioso, pero otros iban a hacer daño, a la crueldad más feroz. Recuerdo a uno que no conocía a su padre porque su madre siempre le dijo que nunca supo quién fue. Al pobre le llamaban “el Mil Leches”… Firmado: el Víbora.