DIARIO DE UNA CUARENTENA

Pulsos familiares

Mayday mayday, Leire llamando a los niños del mundo para pedir ayuda. Vuelvo a robar el ordenador del entrenador, mi papá, para que me aconsejéis cómo actuar.

Hoy por la mañana he sacado unos puzles de animales para jugar. Si somos realistas, los ha sacado mi mamá para que me entretenga un poco y deje de dar la chapa, que es mi especialidad. El juego trataba de que yo lo montaba y al terminar decía:

- Tachaaaaaaannnn (esto lo bordo) ¡sorpreeeeeeeeeeeesa! 

De esta manera mostraba todas mis cualidades y los viejos fliparían conmigo. El puzle no tiene mucha dificultad, es de dos piezas (de menos se llama dibujo). A mí los que me gustan son los que hace el abuo Sisa de diez mil, esos son los míos.

Hasta aquí todo normal. Jugué un poco, me aburrí y lo dejé a medias. Después he querido coger otro juguete y el tirano de mi padre me ha dicho que antes de cogerlo tenía que recoger el puzle. Yo fui animada, lo juro, pero a mitad del trabajo perdí la ilusión. Se me estaba haciendo larga la faena y he decidido ir a por el juguete, sin terminar la orden del columnista.

¡¡¡Ahora es cuando empieza el problema!!! Ha venido hacia mí, mirándome como a Alvarado cuando le meten una bandeja, me ha quitado el juguete de las manos y me ha dicho:

- Hasta que no recojas el puzle no puedes jugar a otra cosa

En ese momento, lógicamente, me he puesto a llorar con toda la parafernalia. Manos en la cara, lagrimones de los gordos, boca abierta y quieta en el sitio. Lo que se dice un berrinche full equipe. Como no me ha dado buen resultado, he ido corriendo y me he tirado al sofá, con un grito más agudo y un llanto que desgarraría al mismísimo Donald Trump. Tampoco me salió bien, el bilbaíno es más duro que la suela de una alpargata mojada. 

Viendo que la lucha iba a ser larga, me quedé tumbada en el sofá -el dramatismo es muy agotador-. Ya no gastaba lágrimas, estaba seca, pero seguía con un leve quejido tapándome la cara con las manos, pero observando entre los dedillos para ver si me miraba. Si lo hacía, me quejaba y si no, pues ahorraba energía.

Después de media hora, decidí recoger el puzle y actuar cómo si nada hubiera pasado.

Necesito vuestra ayuda, decidme nuevas recetas de chantaje emocional. Esto no puede quedar así, que se prepare mañana.

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