Rubén y Hugo Febrero comparten sangre y equipo, el COB B

Canastas de padre a hijo, Rubén y Hugo Febrero además de compartir ADN comparten el COB B como equipo

Comparten apellido y pasión. Son padre e hijo. Y, desde esta temporada, también comparten el juego interior del COB B, en 3º División. Rubén Febrero (1979) y Hugo Febrero (2004) forman el juego interior más familiar del baloncesto ourensano. Una idea que se convirtió en realidad porque 25 años de diferencia no son nada si se trata de cumplir con una ilusión. Es el anhelo que tiene la superestrella LeBron James. Pero en Ourense se le han adelantado por la derecha con el “10” y el “11” en la camiseta.

“Todo surgió en verano, en agosto, de vacaciones. Hablé con Diego Seara, coordinador de base del COB, y me comentó la idea que tenía de sacar un equipo sénior y que quería contar conmigo en el papel de veterano, ayudando a los chavales. Y, estando mi hijo en la plantilla, pues encantado. La idea siempre estuvo en mi cabeza. Cuando Hugo tenía un par de añitos, ya lo comenté en un reportaje para La Región. Estoy en una nube. En cada entrenamiento, cada partido pienso que esto queda para el recuerdo”, explica el padre, con una larga y dilatada trayectoria, desde la base del COB a la Liga EBA. “Es algo especial. Pero en la pista intento que sea una persona más, un compañero. Aunque al fin y al cabo, es tu padre. Al principio resultó un poco más extraño, pero te vas acostumbrando a la situación según pasan los partidos”, detalla el pequeño, con pasado en el Carmelitas antes de defender la camiseta cobista.

Uno juega de “cuatro”, el otro de “cinco”. Parecidos, pero no iguales. “Hugo tiene más técnica. Un interior que bota y tira. A mí me enseñaron en otros tiempos, cuando el pívot iba a la zona a pelear”, recuerda Rubén. Compatibles. Jugadores importantes para un equipo que empezó de cero y está yendo a más, ahora inmerso en la Copa. “Después de jugar, cuando vamos a casa  intentamos no darle demasiadas vueltas a lo que pasó en la pista. Comentamos alguna jugada, alguna situación, pero sin tampoco darle mucha trascendencia”, explica Hugo. 

Sentimientos

Tampoco a los golpes, que los hay. Y si le dan a la sangre de tu sangre, es inevitable que algo se remueva por dentro. “Me duele más cuando le dan un ‘palo’ a mi hijo que si me lo dan a mí. Es una categoría dura, de gente veterana y con experiencia en categorías superiores. Y a los chavales de 17 o 18 años les cuesta entrar. En algún partido a Hugo le dieron bastante, pero ya estaba yo por ahí detrás repartiendo un poco. Ahora ya se ha adaptado, sabe lo que hay y se sabe defender solito”, recuerda Rubén.

Y si no, están los árbitros. Hugo lo sabe bien. Desde esta temporada ha comenzado a pitar. Compatibiliza la pista con el otro lado de la “trinchera”. “Yo fui mesa y lo dejé un poco por la pandemia. Y, ahora, una amiga me comió mucho la cabeza para que me metiese a árbitro. Le hice caso y no me arrepiento nada. El gusanillo entró fuerte. Compagino las dos cosas perfectamente. El arbitraje me encanta, pero la pista más. No dejaré de jugar”, señala. “El arbitraje le gusta y se ofrece todo lo que puede. Está dándolo todo. Y creo que, a nivel formación, le viene fenomenal.  Yo tenía miedo de que en algún partido le dijesen algo, pero no, todo fantástico. Yo, con los árbitros, me llevo bastante bien. Aunque jugando por dentro, siempre recibes. Una vez los entiendes, otras no tanto, pero al acabar el partido todo arreglado”, apunta el progenitor.

Rubén echa la vista atrás para hacer un resumen de lo que el baloncesto le ha dado. Y no es poco. “Cuando empezó, allá por 1994, me propuse diferentes retos y he tenido la suerte de cumplirlos todos: jugar en EBA, que algún día me pagaran por hacerlo y coincidir con mi hijo algún día”.

Los planes de Hugo pasan por seguir el próximo curso en el COB B. Los de Rubén aún están por ver. “Si me piden seguir, estaré. Pero lo normal es que el equipo quiera jugar en una categoría superior y contar con otra gente. Es un proyecto interesante y que quiere crecer. Yo seguiré jugando. Antes de venir aquí estaba en el Imprenta y siempre me dijeron que tenía la puerta abierta”.

Pero la historia puede tener continuación. Los Febrero tienen otro miembro más. Martín, el pequeño, tiene 14 años y ya demuestra su calidad por las pistas. ¿Habrá reunión por partida triple? “Vamos a ver si aguanto”, bromea el padre. “Ya me dice que también quiere que juegue con él. No lo descarto. Quiero seguir y, mientras pueda, seguiré. No digo nada, igual hacemos un reportaje con los tres”.

Todo queda en familia. La sangre tira y el baloncesto también. Un sueño cumplido sobre el parquet porque un cuarto de siglo no es una barrera insalvable para el deporte. En esta familia lo tienen claro.

Te puede interesar