DIARIO DE UNA CUARENTENA

Hasta siempre columna

Gonzalo García de Vitoria, en un entrenamiento con el COB en el Pazo Paco Paz (ÓSCAR PINAL).
photo_camera Gonzalo García de Vitoria, en un entrenamiento con el COB en el Pazo Paco Paz (ÓSCAR PINAL).

Todo empezó con la cocina de madera y, desde ese día, esta columna me ha servido para hablaros de mis amigos y familia más cercana, de mis seres más queridos en definitiva, y rendirles así un pequeño homenaje de alguien no muy dado a demostrar sus sentimientos más íntimos.

Durante este intenso viaje he tratado temas muy diversos y algunos de un nivel de absurdez insultante. Recuerdo haber hecho un análisis de refranes, contar los motes en mi pandilla de juventud y también transcribir, palabra por palabra, una conversación surrealista de mi grupo de chat.

Por supuesto, la actualidad más rabiosa ha sido algo que no se ha escapado a las teclas de mi ordenador. El drama Merlos y Marta López, los problemas de algunos concursantes de Gran Hermano o incluso hemos sabido que Avilés, además de ser una ciudad asturiana, es un fantasma televisivo.

También, como debía ser, he intentado dar mi opinión sobre la evolución de la pandemia, el comportamiento de la gente y la adaptación a las distintas fases. He cuestionado la solidaridad de marca blanca de los aplaudidores (veremos si tenía o no razón) y he intentado hacer un ejercicio de cómo hubiera sido esto sin la tecnología que disponemos hoy en día.

He disfrutado mucho con la interacción de amigos, en mis redes sociales, sobre lo que iba escribiendo cada día, algunos han sido fieles seguidores y les estoy bastante agradecido por ello. Todos coincidieron que a filla escribía mejor que el padre. También tuve a Carles Taberner, fiel seguidor de Les Luthiers, que me amenizó una tarde de domingo y me elevó al pedestal de periodista (ya quisiera yo) para pegarme luego un bofetón verbal.

Pero terminó el maldito estado de alarma, la cuarentena, el confinamiento y las fases, aunque eso no signifique que haya desaparecido el Covid 19. Por lo tanto, mi “Diario de una cuarentena” no tiene mucho más sentido. Debo reconocer que, cuando Jorge Ron me propuso la idea, pensé que iba a ser algo temporal, pero se ha traducido en más de noventa columnas escritas en casi cien días. Ponerte todos los días delante del ordenador para contar algo que no aburra al lector y tener la ambición de que enganche, ha sido un gran reto para mí y una escuela de muchísimo aprendizaje.

Por todo esto me despido y espero que sea un hasta siempre de esta columna, porque eso significará que no hemos vuelto a confinarnos.

Muchas gracias.

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