Todo pasa muy rápido

Mi hija se ha independizado, se ha ido de mi habitación y ya tiene la cuna en la suya propia. Algo que se escribe tan fácil, tiene un recorrido y un sentimiento mucho más complicado. Esto de la pandemia, el confinamiento, la cuarentena y la madre que lo parió, está trayendo cambios muy rápidos en nuestra vida familiar. Hace una semana nos despedimos del chupete -ayudó un piñazo en la boca contra una mesa- y ahora esto. Sabíamos que tenía que pasar, incluso yo insistía en que teníamos que dar ese paso, aunque siempre tras un ataque de conciencia paternal. Pero no vayan a pensar ustedes que soy un irresponsable. Un problema de humedades en su habitación nos impedía hacer el traslado y, tras muchos intentos, parece que dieron con la solución. Como todas las cosas trágicas de nuestra vida, esto se ha hecho rápidamente. Mientras yo cocinaba, mi viuda y la niña, hicieron la mudanza. Con las manos embadurnadas de harina, como la mismísima Elena Santonja, oigo una voz melodiosa que viene de las escaleras: Papá, ¿puedes subir un momento que tu hija quiere enseñarte algo? Subo raudo y veloz, con ese talento grácil que caracteriza a la escuela de bailarines vascos, y me encuentro a las dos mujeres de la casa en la habitación… La niña saltando dentro de la cuna y la madre con la entereza de Agustina de Aragón. Y ahora, padres del mundo, ¿cuál es el siguiente paso? No quiero ni pensarlo. Quizás en nada, llega a casa con un novio de la mano para ver la tele. Ya estoy viendo a Anacraco sentándose en mi sofá, mientras visiono un partido de baloncesto, y cogiendo el mando para cambiar de canal y poner Gran Hermano 78. Tengo que volver a hablar con mi amigo el "xuez" para saber si se puede considerar "defensa propia", si en ese mismo momento le corto la mano con un cuchillo de sierra oxidado. Bueno, bueno, bueno, ¡la imaginación es muy mala! ¿Y si de pronto la niña me dice un día que se ha hecho del Dépor y que no es del Athletic? Ahí es cuando a un padre se le viene el mundo abajo. Por muy buenas notas que traiga, desde ese momento no volverás a mirarla como antes. En resumen, ahora me siento como esos padres a los que sus hijos se van de casa … ¡qué cojones, si ahora a los 40 siguen ahí! Pufff, eso me da un halo de esperanza.