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La corrupción no solo está en la política

Muchos ciudadanos nos preguntamos, ¿por qué el corrupto contamina y convive en nuestra sociedad? La explicación es difícil ya que están implicados dos factores fundamentales:cultura y educación. Se dice que la mentira era el gran pecado mortal que la Contrarreforma vaticana lo convirtió en pecado venial. No así ocurrió con la Reforma luterana y calvinista que la mantuvieron como origen de todos los males. La corrupción tiene estrecha relación con la mentira y no podemos olvidar que la clave está en la definición del corrupto que es el “que utiliza su poder a través de medios ilícitos (que incluye la mentira) con la finalidad de obtener ventajas personales”.

En sociedades como la nuestra, en las que se supeditó durante demasiado tiempo la educación de valores cívicos a una religión con matices represivos, la mentira, por miedo al castigo, ha propiciado el silencio benevolente con el corrupto. Fuimos educados en “el ver, oir y callar” que favorece la aparición de un personaje ya muy antiguo en nuestra literatura; el “listo o pícaro” que intenta con artimañas sacar un ilícito provecho e incluso hasta puede ser alabado por sectores de la sociedad por su “listura”. Suele ser un manipulador hábil en utilizar cualquier disfraz para conseguir medrar gracias al “enchufe” de su “padrino” y conseguir un beneficio que no le corresponde. Sin duda esta figura que necesita un “poder protector”, está íntimamente unida a la mentira, al secretismo que forman la base de la corrupción.

Lo importante no es valer por tu capacidad sino “el estar bien situado”, es una aseveración vulgarmente aceptada, por desgracia, con estrechas connotaciones políticas que contaminan ámbitos incluso académicos y profesionales. Esta connivencia pasiva con la corrupción dificulta la carrera del buen técnico o profesional independiente que no está adscrito a un “político manipulador”. El ciudadano con un pensamiento independiente siempre ha sido un peligro para “los poderes”. En sociedades corruptas no es infrecuente que el mediocre por miedo a perder poder o ser descubierto engañe e intente “anular” la crítica del buen profesional. De nada valen los códigos de ética a nivel de colegios profesionales, hospitales, universidades, medios de difusión, partidos políticos o el parlamento si el “corrupto oculto” convive con el sistema e incluso puede controlarlo o ser su “asesor”.

Por eso es fundamental construir una cultura moral en la sociedad que exige una educación de valores éticos, muy necesarios en estos momentos, que impregne la inteligencia, las emociones, la imaginación de todos los ciudadanos independientemente de creencias o ideas políticas.

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