Blog | Usos y costumbres del verano

El día de lluvia

Dlicen que la lluvia en Galicia es arte. Supongo que se trata de arte contemporáneo. Esa corriente que comenzó con la exposición del urinario donde hacía pis Marcel Duchamp, y alcanzó en esa gesta su más alta cumbre. Tal vez el encanto de la lluvia, en esta época, escape a mis entendederas artísticas. O quizá se me haya roto la glándula que detecta la belleza. Pero a estas alturas de julio, no puedo celebrar un nubarrón negro sobre la playa, ni esos chubasqueros de colores que se ponen los turistas, supongo que para no perderse en caso de riada. Llueve siempre en vacaciones. Llueve siempre cuando menos te lo esperas. Y por eso hay que estar preparado.



¿CUANDO VA A LLOVER?

Como normal, lloverá siempre que la aplicación meteorológica de tu móvil asegure que hay 0% de probabilidades de lluvia y organices un plan incompatible con un aguacero, como jugar a las cartas al aire libre, escalar una montaña escarpada, o encender un cigarrillo en el bosque.

En general va a llover al menos un día en todas tus vacaciones. Si sólo tienes tres días de descanso, lloverá el segundo. Y si tienes dos, el primero. Así podrás escuchar a los lugareños, al llegar a tu ciudad de vacaciones, diciendo que “hasta ayer hacía un tiempo maravilloso”. Un clásico veraniego.



LA DANZA

Nuestros antepasados creían que la lluvia era un castigo de los dioses. Mis estudios de antropología me han permitido acercarme a tribus realmente originales a la hora de buscar explicaciones sobre la lluvia. La más fiable, la de mi amigo amazónico Nadjinga Bolinga, de los Mazsá: “lluvia produce cuando agua cae del cielo”. Tampoco se queda atrás, mi compadre Ñjmdjeslaneffs, a quien llamamos cariñosamente Eñe por simplificar. Eñe, de los Nolos Nombres africanos, cree que la lluvia se produce cuando el “dios Miputalité detecta Itxu durmiendo siesta en playa”.

Hay tribus que danzan para celebrar la lluvia, otras para suplicarla, y luego estamos los occidentales, que danzamos para no mojarnos. Por alguna extraña razón, el hombre del primer mundo es el único animal que cuando comienza a llover, sale del mar, recoge su toalla, y echa a correr como loco hacia el coche. Los Mazsá dicen que esta actitud es propia de alguien que es “más tonto que un mamut que camina sobre una pata”, lo que según mi averiguaciones se traduce en española como un bobo avanzado, o un gilipollas común.

Nuestro equivalente a la danza tribal para suplicarles a los dioses que caiga un buen chaparrón, es lavar el coche.



EL TEDIO

El problema de la lluvia es que te obliga a meterte en casa. A mi no me disgusta la idea, que empuja a dormir la siesta toda la tarde, el mayor de los placeres estivales. A los poetas nos encanta el día de lluvia. Nos asomamos a la ventana. Vemos la lluvia caer. Hacemos un poema malísimo. Y volvemos a meternos en cama.

Sin embargo, hay gente que se siente como gato enjaulado cuando ha de pasar el día en casa en agosto. A ellos suelo aconsejarles algunas actividades que mejoran considerablemente un día de lluvia:

-Ponte a limpiar los zócalos de casa.

-Siéntate en el suelo como los indios y trata de tocarte el lóbulo de la oreja izquierda con el de la oreja derecha. Sin ayudarte con las manos.

-Martilléate las uñas de los pies.

-Ponte a leer el Twitter de Alejandro Jodorowsky.

En cuanto logres deshacerte de estas actividades, lo de la lluvia no te parecerá tan malo.



LOS CARACOLES

Característica habitual de un día de lluvia en el campo, o en lugares donde el ecosistema sea algo más que un bosque de apartamentos, es la cantidad de especies animales que aprovechan la ocasión para ducharse o comer algo fresco. Quiero detenerme hoy en el caracol.

Es un animal poco sociable. Se dice que vive en conchas tan ajustadas para evitar las visitas a la hora de la siesta. Temen salir al exterior porque comparten territorio con las babosas, que al parecer son un coñazo de bicho que habla por los poros, y al que es imposible llevarle la contraria porque a la mínima se pone negro. Dicen los Mazsá que el cansino carácter de la babosa se explica porque es en realidad “un caracol atormentado que salió de juerga y robaron su casa”. Como sea, cuando llueve los caracoles asoman un cuernecillo con un ojo en su extremo, a modo de periscopio, para detectar si hay babosas en el horizonte. Si hay vía libre, salen a remojarse y a comer algo fresco. Sabes que ha llovido de noche si cuando te levantas y sales a dar un paseo por el jardín aún descalzo, a cada zancada escuchas un extraño crujido.

Muchos caracoles paseando significan que va a volver a llover. O que ya no va a volver a llover. En realidad, no tengo ni idea. No conozco mis costumbres cuando llueve, más allá de abrir un paraguas y dejármelo olvidado, así que no puede pretenderse que me sepa las de los caracoles.



ACTIVIDADES COMPATIBLES

Muchas de las actividades de verano son compatibles con la lluvia, como salir a comprar un paraguas, regar el jardín, o bailar bajo la lluvia. Pescar desde las rocas, por ejemplo, también lo es. La única diferencia es que, con lluvia, pescar se convierte en una actividad mortal, por alcanzar un riesgo de resbalón de un 200% más que el de la rampa del garaje con zapato de suela.

En la pesca, no obstante, la muerte tiene la ventaja de que evita el bochorno de volver con la cesta vacía. El único inconveniente es que resbales justo al bajarte del coche, y la gente descubra que tienes en el maletero la cesta llena de maragotas, con la mirada helada y la etiqueta del Carrefour colgando de la boca.

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