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Pasión por la pirotecnia

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Uno de los grandes placeres del verano es ver explotar cosas. En algún lugar recóndito de nuestro apetito sensorial debe ocultarse esa pasión pirotécnica que explica que buena parte de los billetes de nuestros impuestos se eleven entre chispazos, exploten en el cielo en un festival de colores, y caigan sobre nosotros convertidos en cenizas. Y más aún: que aplaudamos boquiabiertos al contemplar el dispendio.

Los ayuntamientos se han encargado de extender la especie de que el dinero de los fuegos artificiales de las fiestas sale directamente del bolsillo del alcalde. Esto pone muy contentos a los ciudadanos que ya estaban contentos previamente. Pero obviamente, no es exactamente así. Y de serlo, échate a temblar, porque previamente te habrá robado la cartera, disfrazado de parquímetro o de tasa municipal extraordinaria de verano.



¿QUIÉN LOS TIENE MÁS GRANDES?

Los fuegos son el gran medidor del presupuesto y de la gestión del alcalde. La siguiente regla nunca falla:

- A fuegos artificiales pobres y comedidos, alcalde saliente.

- A grandes y suculentos fuegos artificiales, alcalde reelegido.

- A fuegos artificiales grandilocuentes, espectaculares, históricos, y titánicos, alcalde imputado.

En la natural competencia entre pueblos el tamaño y el ruido de los fuegos pueden convertirse en objeto de chanza o admiración. Por eso los ayuntamientos se cuidan mucho de quemar grandes cantidades de pólvora, conocedores de que se trata de un asunto vital, incluso a costa de desatender temas menores como el funcionamiento del alcantarillado, la recogida de basuras, o la evacuación del pueblo en llamas. Además, ser pasto de las llamas es el mayor reclamo turístico que puede ocurrirle a una localidad. Te sorprendería saber la cantidad de viajeros lejanos que se mueven cada verano de desgracia en desgracia, con el único objetivo turístico de compadecerse, salir en las noticias de Antena 3 sollozando, y moquear un poco con los vecinos afectados.



INNOVACIONES

La tradición aseguraba que tres cohetes abrirían la sesión y otros tres la cerrarían. Una sesión que se daba a las doce en punto de la madrugada, sin que hubiera nada en el mundo capaz de desplazar esa exquisita puntualidad, y “nada en el mundo” incluye también esa interminable versión de Bulería interpretada por la Orquesta Los Bradpits.

El Apocalipsis de la civilización occidental se manifiesta en detalles aparentemente nimios. En ese clima de decadencia, la actual impuntualidad de los fuegos es paradigmática. Las 00:02 no son las 00:00. Podría escribirse un libro sobre el derrumbe de Occidente titulado El día en que los fuegos artificiales empezaron a las 00:02.

La evolución pirotécnica ha sustituido los tradicionales cuatro modelos de fuegos por infinidad de formas y colores. Algunos quedan suspendidos en el aire y se apagan sin explotar, haciendo creer a todo el mundo que están estropeados. Otros se convierten en asquerosas orugas fluorescentes. Y otros centran su atractivo en el silbido pero luego no concretan su propuesta pirotécnica.

El tipo que prende los fuegos y se quema los dedos ha sido sustituido por el control por ordenador de las sesiones, e incluso la combinación de fuegos con sonidos y espectáculos de luz y color. Mensaje del autor a los alcaldes: supongo que iluminar y ponerle sonido a los fuegos artificiales es el paso previo a soltarlos a mediodía bajo la luz del sol. Moderno, pero poco eficaz.



LA DURACIÓN

Alguien convenció a los ediles de que la duración de la sesión pirotécnica es directamente proporcional a su éxito en las urnas. Antes, los asistentes se quedaban con las ganas. Hoy, la gente acaba con tortícolis, tedio supremo, desmayos, y peligro de que las primeras trompetas del Apocalipsis se solapen con la última de las palmeras, o incluso riesgo de tragarse una varilla en un bostezo.



LA EDUCACIÓN

Ocurrió en San Juan. El murmullo. Ese ordinario murmullo combinado con tipos que estaban de espaldas a la sesión pirotécnica y hablando a gritos por el móvil de algo que no tenía nada que ver con aquello. Otro mensaje del autor a los alcaldes: urge autorizar a las empresas pirotécnicas para que, en caso extremo, redirijan su pólvora contra las masas, al menos hasta que el murmullo se torne en un respetuoso y tradicional silencio durante la sesión.



ACCIDENTES

Ordenador y lanzaderas automáticas. El error habitual: confiar en que la máquina lo hará mejor. Pero las máquinas siempre terminan fallando y las consecuencias son dramáticas. Un hombre puede equivocarse y volarle el peluquín a un turista alemán en el segundo cohete de la sesión. Pero una máquina puede hacerle un castillo de fuegos de un cuarto de hora sobre el peluquín y rematar después al citado alemán con los tres cohetes finales, alcanzando un punto de la tragedia en el que la gente ya no sabrá si llorar o aplaudir por el espectáculo.



FUEGOS CASEROS

La última de las depravaciones pirotécnicas viene de China. Los chinos han logrado poner productos de precios que deberían ser inalcanzables a tiro de cualquier incauto. Por eso venden ahora esos fuegos domésticos que se alzan unos metros en dirección aleatoria y explotan en tonos rojos. Delicada práctica que entretiene particularmente a los invitados del novio en una boda, y que se ha cobrado la vida ya de más de tres millones y medio de recién casados en las últimas dos semanas, según cifras de la Asociación de Amigos Viva el Vino.

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