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Técnica del chapuzón

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Conviene distinguir radicalmente entre el baño y el chapuzón. El baño es lo que hacen los delfines. El chapuzón es lo que hacen las focas. Como sea, apuesto a que estás más cerca de las focas, incluso aunque tengas el físico de un precioso delfín. Pero lo que normalmente hacemos cuando vamos a la playa o a la piscina es darnos un breve chapuzón. El baño implica quedarse a vivir en el agua y eso ocasiona algunos problemas a nuestro organismo. El fundamental es que dejan de funcionar las tarjetas de crédito, y que el pulpo pasa a convertirse de alimento a animal de compañía.



LUGARES ADECUADOS

El calor puede hacerte creer que cualquier lugar es adecuado para darse un chapuzón. No lo es. Ni siquiera temperaturas superiores a 40 grados justifican que te metas en una fuente en el centro de la ciudad, si no hay ninguna victoria de tu equipo que celebrar, ni te encuentras en una despedida de soltero. Los lugares adecuados para darse estos chapuzones son: la playa, la piscina, el río y sus variantes, incluyendo estanques, rías, y lagos.



LA TEMPERATURA

Desde la época de los romanos, la temperatura del agua se mide por la siguiente escala:

-Fría (F)

-Muy fría (MF)

-Fría de cojones. (FC)

La mentira más extendida del verano se da siempre al borde del agua y se expresa en los siguientes términos: “¡está buenísima!”. Exceptuando cuando esta expresión se dirige a la joven veraneante que pasea la orilla, siempre se refiere a la temperatura del agua y constituye un acto deliberado de engañar a los presentes, con la incompresible y absurda finalidad de que les de un infarto al sumergirse. Algunos autores hacen una salvedad al referirse a aguas mediterráneas, pero yo he preferido incluir el Mediterráneo en el capítulo dedicado a caldos de verano.

El agua nunca está buena. Eso solo puede decirse del vino. Y en cuanto a su temperatura, me remito a la citada escala romana. Cuestión diferente es que exista un factor psicológico decisivo en el contraste entre el calor exterior y el frío interior. Razón por la que, con suerte, después de quince minutos sumergido, comenzarás a sentirte a gusto con la temperatura e incómodo con todo lo demás. Como norma, cundo se te empiecen a arrugar partes del cuerpo que aún no sabías que podían arrugarse, es hora de salir.



El CHAPUZÓN COMÚN

En la playa el chapuzón puede consistir en introducirse con gran prudencia en la orilla hasta que el mar alcance –sumando la altura de las olas más pronunciadas- la línea de flotación media de ambas rodillas, y proceder a una serie de abluciones que se realizan a gran velocidad, aprovechando a su vez los naturales espasmos con que responde nuestro cuerpo al contacto con el agua fría.

Un chapuzón más elaborado es dar un paso más al frente. Resulta algo muy doloroso en el caso de los varones, por cuanto el momento en el que la línea de flotación rebasa el hueverío es probablemente el peor instante en la vida de un hombre después de la circuncisión de adulto a manos de un jefe tribal africano. Superada la cojonuda frontera, todo resulta más fácil hasta llegar a los flotadores, última gran prueba antes de lanzarse al remojón y salir corriendo a la toalla con cara de morsa noqueada.

Yo soy partidario de entrar poco a poco. Si vas a entrar a lo bestia porque no eres lo suficientemente hombre como para hacerlo de otra manera, procura no salpicarme. Me pongo muy violento con las salpicaduras en la orilla.



LOS BICHOS DEL MAR

Una de las razones por las que recomiendo el chapuzón breve más que el baño largo es porque el segundo relaja demasiado la mente. El golpe con el agua sólo te deja pensar en lo fría que está, e hiperventilar como un bobo. Pero si te relajas, vas rozando el medio con tus pies y manos, y descubres que está lleno de seres vivos. Entonces sopesarás la cantidad de bichos que podrían surgir y comerte de un mordisco, o asfixiarte con sus patas, o matarte de un ataque de grima, y lo que iba a ser un baño placentero se convierte en una tortura.



EL EMPUJÓN HOMICIDA

El hombre es sociable incluso para sufrir. Por razones que se me escapan, a la mayor parte de la gente le gusta compartir su dolor. Por eso en vez de correr por el monte en solitario, prefieren sudar en grupo en apestosos gimnasios. Esa misma tendencia les lleva a no querer bañarse solos.

Si es de pésima educación insistir a alguien que no quiere bañarse para que lo haga, peor aún es obligarle a hacerlo mediante un empujón. Esto se da mucho en ríos y piscinas, o en las rocas del mar. Si bien, en este último caso el empujón es mortal y por tanto excede a las competencias de este capítulo, que habla de chapuzones de vivos.

El empujón al borde de la piscina tiene la ventaja de definir al que lo hace. En ocasiones, disfrutando de una tarde de piscina con un montón de gente, te surge la duda razonable de saber quién será el más idiota de los que te rodean. El empujón tiene la virtud de señalarlo con grandes flechas rojas. Sólo un idiota puede divertirse empujando a otro a la piscina.

Una tenebrosa variante del empujón es el grupo que pesca a una víctima que toma pacíficamente el sol, y lo lleva en alto, cual procesión funeraria iraquí, hasta lanzarlo a la piscina. Esto, además de ser de una cobardía infame, debería tipificarse como acto terrorista de una vez por todas. Confieso que, viendo estas siniestras lagunas legales, me pregunto a qué se dedica el ministro del Interior.

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