Cartas al director

Leer en tiempos difíciles

Algunos libros son probados, otros devorados, poquísimos masticados y digeridos”

(Sir Francis Bacon)

Confieso que, muy a mi pesar, me estoy deslizando hacia lecturas de aquellos libros catalogados en el último puesto de la sentencia de Bacon. Me hace rememorar el poema “Fábula del sobrio y el glotón” de Concepción Arenal.  Y no son porque sean de por sí indigestos, si no que mi aparato lector, mi vista, da muestras de cansancio. En ello, colabora la glucemia, que se niega a renunciar a la hospitalidad que le brinda mi sistema circulatorio.

Pero hay algo más que ese cansancio fisiológico, y es que mi sique es prisionera de esta pandemia vírica que nos azota.  La lectura no alcanza a enervar este pesimismo que me embarga. Soy consciente de ello, y ya no busco con el interés desde poco tiempo ha, el cálido refugio de un libro. No voy al encuentro de aquellos que, en probable desmesura por lo que de ellos he asimilado, pueblan cada rincón de mi casa. Empieza a serme indiferente el pensamiento de que de ellos tenía el poeta inglés Robert Southey. Aquel pensamiento que transcribía en carta publicada en el periódico el 09.09.2016, “Los recortes en casa continúan”.

En esta tesitura me encuentro, cuando recibo un agasajo del primo Roberto, quien se confiesa como lector asiduo de mis textos que publica La Región. Me envía unos cuantos libros, y el escocés de malta que me da vida. Aparte de agradecerle el detalle, para corresponderle va mi compromiso de leerlos, cuando mis neuronas despierten del letargo. Quizás, la anunciada vacuna no solamente me inocule en contra del virus, si de esta perniciosa abulia.

Una abulia que oprime más al túnel carpiano, dificultándome la tarea de escribir. Más, tal dificultad es una bendición para la redacción del periódico indigesta de tanto texto que le remito. No hay mal que por bien no venga.  Mientras no me llegue la hora del esplendor en la hierba, y la gloria en las flores, como los versos que le inspiró a William Wordsworth,  vuelvo al silencio de mis soledades. “A mis soledades voy,/  de mis soledades vengo,/ porque para andar conmigo/ me bastan mis pensamientos” (Lope de Vega).

Al  lector de esta milonga huérfana de son lunfardo, aconsejo no compartir su baile. Busque ese libro  que le espera, y que le revelará de que no se sentirá solo, pese a  haber perdido definitivamente a un ser querido en esta pandemia, o tenerle alejado al respetar las restricciones impuestas por la administración sanitaria.