Cartas al director

Un bando municipal represivo y curioso

“Aunque el Vaticano sostenga que la castidad es el valor supremo, en cualquier caso, me parece la aberración sexual más grande”
 (José Luis Sampedro).

Los que ya pintamos canas en la rala cabellera, que procuramos, vanamente, que no nos abandone, mantenemos en la memoria, al menos quien suscribe, las tribulaciones sufridas por intentar o consumar pasión carnal alguna. Eran los años duros de la dictadura franquista. No solamente “la carne” era un pecado capital castigado por la Iglesia Católica, si no que contaba con el brazo ejecutor de la represión por las autoridades del régimen.

Vengo de leer un artículo del periodista y escritor Pablo Población publicado en un diario digital, que versa sobre el tema, al que le dio pie un bando del alcalde de Sa Pobla Balears, Vicente Soler, en 1 de marzo de 1987. ¡Nueve años ya desde que habíamos cambiado hacia un régimen no confesional! Pero el documento no solamente muestra aquella moral, de la que ha vivido el alcalde, si no que es todo un ensayo sobre las dificultades de llamar las cosas del sexo por su nombre. Tras enumerar las sanciones que darán lugar por actos punitivos, hace más que unas definiciones una suerte de glosario-acertijo, propia de un programa de concurso televisivo. Utiliza los términos “aquello” y “aquella” para nombrar partes anatómicas de hombre y mujer que participan en los actos punitivos.

¿Qué es “aquello”? Se pregunta. A continuación, describe para que el lector saque la respuesta. “No es un murciélago, pero vive colgando”; “no es un acordeón, pero se estira y encoge”; “no piensa, pero tiene cabeza”; “no pertenece a un club, pero le llaman miembro”; “no produce música, pero lo llaman órgano”; “no es un caballero, pero se levanta ante las damas”. Luego, lo mismo, para descubrir lo que es “aquella”: “Tiene labios, pero sin dientes”; “es un conejo que no corre, pero se corre”; “no es un abanico, pero se abre”; “no muerde, pero traga”; “no es vegetariano, pero come nabos”; “no es una aspiradora, pero traga polvos”.

Si bien el documento coercitivo es de quien demuestra ser un rancio descendiente de los que profesaban una moral contraria a la naturaleza humana, no cabe duda que el regidor tiró de ingenio, para soslayar aquellos términos inapropiados en el lenguaje religioso de épocas pasadas. Espero que el lector, practicante o no de credo religioso alguno, esboce una sonrisa, de la que tanta falta nos hace en estos momentos tan difíciles, al dar cuenta del ingenio de quien ostentó la alcaldía de un pueblo balear. “¿De qué sirve el ingenio cuando no nos divierte?” (Ivan Turguénev, escritor ruso, siglo XIX).