Cartas al director

Amistad con la satrapia turquesa

"España y Turquía son amigos de veras” (Meulüt Gavusglu, ministro de asuntos exteriores de Turquía).

Si como dice este ministro turco ambos países se profesan una amistad verdadera, avalada por la actual ministra de Exteriores de España, tal sentimiento me acongoja, y me hace recordar el poema de Luis Cernuda “Es lástima que fuera mi tierra”, en su obra de 1962 “Desolación de la quimera”, cuando afirmaba en su frase: “Soy español sin ganas”. Me falta ese aliento progubernamental hispano de considerarse amigo de lo que es una satrapía expansionista.

También permanece en el baúl hondureño de mis recuerdos infantiles, el que el mayor insulto que se le podía proferir a un árabe, en mayor medida a los palestinos de la diáspora, era llamarle “turco”. Reminiscencias de un pasado del Imperio Otomano en Oriente Medio. Un pueblo que ya en el siglo XVI daba muestras de expandir sus dominios en el Mediterráneo Occidental. Góngora como Cervantes nos los testimoniaron. Góngora dedica un bello poema a las penas de un prisionero del corsario turco Dragut, frente a las playas de Marbella. Cervantes, participando en la batalla de Lepanto de la Santa Liga contra los turcos, afirmaría en el prólogo de sus “Novelas ejemplares”, que aquella fue “la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos ni esperan ver los venideros”. 

Turquía siempre ha contado, en el pasado, gobernando Mustafá Kemal, con la simpatía de gobiernos dictatoriales, como fueron la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini, y un devoto admirador en España fue el falangista Ramiro Ledesma. Basta recordar que el genocidio armenio cometido por Turquía tuvo asesoramiento germano y, según parece, sirvió más tarde de inspiración a Hitler para su “solución final” para exterminar a judíos y comunistas.

Dentro de la Unión Europea el Gobierno español es el mayor valedor con que cuenta Turquía para su ingreso en la institución supranacional. Tanta es la cooperación hispana que apoyó la invasión turca al territorio sirio del Kurdistán. En la base de Incirik tropas españoles disparaban sus misiles patriot contra la población kurda de Afrín. Era un ataque no a un país de la OTAN, por lo que otros miembros de dicha organización no siguieron esa política de confrontación, tales como EEUU, Países Bajos, Alemania e Italia. Retiraron su armamento en serie, protestando por los ataques a los kurdos. Unos kurdos que luchan en contra del yihadismo islámico y, ahora, contra milicias islámicas de Erdogan. Paradojas para combatir el terrorismo.

Viendo la clase política amoral que padecemos, hace sentirme desolado como Luis Cernuda.