Cartas al director

Estos días, los crisantemos son trofeos

Amig@, en el corazón de nuestra Iglesia gallega, el cementerio, estos días, es un símbolo de amor. El cementerio es un símbolo de amor porque en el cementerio, para nosotros, se abrazan el suelo y el cielo. Por eso, en el camposanto depositamos estos días el amor de las rosas, los lirios, las dalias y los crisantemos. 

Para los gallegos el cementerio está en el corazón de nuestra parroquia y de nuestras vidas. En el camposanto las sepulturas son los brazos que ciñen la iglesia. La necrópolis contiene, para nosotros, amor que perdura y esperanza que ilumina. Por ello, los pies de muchos gallegos se encaminan estos días, a pesar de la pandemia, a los brazos de la iglesia, para estrechar con el alma a los que nos precedieron con el cuerpo. Los corazones de todos los gallegos vuelan estos días a dar gracias a los que nos dieron vida, y a los que nos acompañaron en la travesía. 

En la necrópolis “desde el cielo nos llega cercana/ su presencia y su luz guiadora:/ nos invitan, nos llaman ahora,/ compañeros seremos mañana./ Animosos, sigamos sus huellas,/ nuestro barro será transformado/ hasta verse con Cristo elevado/ junto a Dios en su cielo de estrellas”. 

En la vida, todos vamos buscando la felicidad. Por eso, un servidor interioriza con frecuencia lo que dejó escrito José Luis Martín Descalzo: “Morir solo es morir. Morir se acaba. Morir es una hoguera fugitiva, es cruzar una puerta a la deriva y encontrar lo que tanto se buscaba”. 

En el camposanto pedimos la intercesión de los nuestros padres, familiares y amigos, para que ellos nos ayuden a conseguir lo que tanto buscamos: “lo que ni ojo vio, ni oído oyó, ni mente humana puede imaginar”, la felicidad que en este mundo no podemos alcanzar, y que ellos ya lograron. 

Amig@, con el cuerpo o con la mente en el cementerio somos,estos días, “misioneros de la alegría, de la esperanza y del amor, mensajeros del evangelio; somos testigos del Señor”. Que los días 1 y 2 de noviembre nos inunden de alegría y esperanza. Que las flores, los besos y los rezos sean los trofeos que entregamos a los que nos precedieron.