Cartas al director

El migrante Martiño

Amigo, amiga, “Camiñando xuntos, camiñando unidos, somos a Igrexa de Cristo en Ourense. Imos da man de San Martiño e con Santa María Nai. Imos da man de San Martiño e con Santa María Nai…”, estamos cantando los ourensanos durante el Sínodo diocesano. 

Acaban de conceder el Premio Nacional de Historia de España a la obra “Concepción Arenal, la caminante y su sombra”. Y los ourensanos premiamos estos días al caminante Martiño y su herencia.  Al Martiño que nuestro obispo llama en la revista Comunidade de este mes el santo de la misericordia. 

San Martín de Tours, y de Ourense, nació en la actual Hungría en el año 316. De niño, su padre lo preparó para la carrera militar. Pero pronto dejó las armas y se hizo monje, fundando en Francia el primer monasterio de Occidente. En el año 373 fue elegido obispo de Tours. Trasladándose de un lugar a otro, se dedicó a la formación del clero, la pacificación de los pueblos y la evangelización de las gentes. Martín fue siempre un migrante. Muere en el año 397. Y al poco tiempo el pueblo lo invoca como santo.

Estos días los ourensanos recordamos que Martiño fue un hombre siempre en camino, con la voluntad de un soldado, la fe de un niño, la obediencia de un monje, el ardor de un misionero y la seguridad de un sabio. Como monje, se entregó Martiño a la oración; como obispo, se prodigó en el servicio a los enfermos y a los pobres. A nadie condenaba, a nadie manchaba. Martiño de Ourense mantendría estos días limpios la ciudad y Montealegre, también después de los magostos. 

Amigo, amiga, hoy nos dice a ti y a mí el obispo Martiño: “Sin ti, no hay presente; contigo, hay futuro; somos una gran familia contigo”, porque quieres compartir tu capa comigo. Hoy nos dice a ti y a mí el migrante Martiño: “El problema que tenéis para acoger al migrante es el problema que tenéis para acoger a Cristo; no es lo mismo leer al papa en una catedral que en una patera; ante el extranjero, razonáis como sociólogos y economistas, no como cristianos”, como nos acaba de expresar el obispo Agrelo.  Y tú y yo gritamos: ¡Viva el migrante Martiño!