Cartas al director

Felicidades y gracias, señor obispo

Felicidades, don Leonardo, porque el día 12 de octubre de 2012 el deán de la catedral de nuestra ciudad le abrió la puerta para encontrarse con el Pórtico del Paraíso, Santa María Nai y San Martiño; y para saludar a los clérigos y a los laicos ourensanos, después de ser consagrado obispo por las manos de Monseñor Julián Barrio, arzobispo en la capital de Galicia. 

Felicidades porque el día 12 de octubre hace ocho años que usted pastorea “sobre extensos y desarticulados valles en los que se ciernen numerosas sierras que crean un paisaje de inigualable belleza…, en el que a lo largo de la Ribeira Sacra duermen, cantando saudades, artísticos monasterios”. Felicidades porque si Ourense no tiene mar como lo tienen Fene y Ferrol, tiene la brisa del corazón de sus buenas gentes.

Gracias, don Leonardo, por la programación diocesana de pastoral que al comienzo de cada curso nos propone. Y por el saludo personal que en ella nos envía. Y porque en el saludo de este curso nos ofrece “algunas ideas para reflexionar sobre la importancia que tiene el respetar la normativa diocesana”; y nos invita a aplicar el principio: “Unidad en las cosas necesarias, libertad en aquellas dudosas y, en todo, caridad”. 

Gracias por la revista diocesana Comunidade que al principio de cada mes nos envía. Y por el saludo que al principio de la revista nos da. Y porque  el de este mes lo dedica a la Vida Consagrada. Y porque recuerda que “Ellas y ellos son un signo de la gratuidad y del don de Dios en, con y para nosotros”. 

Gracias por la convocatoria del sínodo diocesano, y por su impulso y seguimiento. Y por subrayarnos que sínodo es nombre de Iglesia. Y por recalcar que “o vamos juntos, o no iremos a ninguna parte”. Gracias por la entrevista que concedió a nuestro periódico La Región el pasado día 7. ¡Seguro que ya de niño y adolescente usted tenía gestos, voz y sentimientos más de sacerdote que de marino! 

Felicidades y gracias por sus sentimientos, sus gestos, su voz y sus escritos, que conducen a buenos pastos al rebaño que pastorea en este paisaje de inigualable belleza, monástica saudade y antiquísimas raíces cristianas. Que lo pastoree usted durante muchos años.