Cartas al director

El Papa abraza el mundo

Amigo/a, me encantó la oración con la que el Papa, el día 27 de marzo, abrazó a la humanidad. A través de la televisión, me uní a su oración y a su bendición “Urbi et Orbi”. Con la tenue luz del atardecer en Roma, Francisco rezó y nos invitó a rezar por el fin de la pandemia del coronavirus. Por si no pudiste participar en ese encuentro del Papa con Dios y la humanidad, te ofrezco algunos sentimientos que Francisco exhaló ese día. 

En esa tarde lluviosa, el Papa nos recordó que “no es el momento del juicio, sino el de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es”. 

En la Exposición y Adoración al Santísimo Francisco rezó: “Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuelo a los corazones”. Y dio las gracias a médicos, enfermeros/as, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadores, cuidadores, transportistas, Fuerzas de Seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos otros…

Y nos recordó que “nos hemos dejado absorber por lo material y transformar por la prisa; que no hemos despertado ante las guerras e injusticias, que no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo”. Y añadió: “Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados…”. 

Por las redes sociales circula estos días una oración con formato poético. Termina de esta manera: “Que aunque no haya procesiones/ por España en primavera,/ seguirá oliendo el incienso/ que pone su gente buena./ El amor salta las tapias,/ el corazón no se encierra,/ será una “Semana Santa”/ más que nunca,/ y verdadera”. 

Amiga/o, el Papa Francisco reza y nos invita a rezar. Esta pandemia nos impulsa a reflexionar sobre nuestra pequeñez, sobre la fragilidad del sistema en que vivimos. Cuidemos a las personas. Alimentemos una mirada contemplativa sobre nuestro planeta. Tengamos calma. Y nuestra vida será, más que nunca, verdadera.